domingo, 5 de mayo de 2019

LA TOMA


 Se tomarían la Universidad por sorpresa esa misma noche. Todo había sido cuidadosamente planificado. El campus estaba bien custodiado por fuera, por lo que se quedarían adentro de las dependencias y se esconderían en puntos estratégicos. Debían esperar y salir de entre la oscuridad a eso de las once, después de que terminaran las clases de los vespertinos y posgrados, ahuyentando a los pocos guardias nocturnos que vigilaban. Serían tres grupos divididos por carreras, de aproximadamente cinco o seis personas cada uno. El grupo de estudiantes de Trabajo social se escondería en los laboratorios de Química, que desde que fue prácticamente desmantelado en la última toma, se ocupaba como semi bodega de desechos que ni siquiera los ratones se molestaban en visitar. El grupo de Antropología se quedaría  adentro de la biblioteca en el sector donde se encontraban las revistas latinoamericanas de Ciencias Sociales. Nadie iba nunca a ese sector por lo que difícilmente serían sorprendidos a la hora del cierre. Finalmente, el grupo de estudiantes de Sociología, se escondería en la bodega subterránea del personal de aseo.


Se conmemoraban esa noche los diez años de la muerte del estudiante de la universidad asesinado por la represión policial en las protestas estudiantiles. No recordaban exactamente su nombre, al parecer se llamaba Víctor. Murió de un aneurisma cerebral en su casa el cual fue provocado por la tensión nerviosa que la violencia fascista ejerció sobre él y sus compañeros horas antes durante las manifestaciones. A diez años de su fatídico deceso, las cosas seguían igual: la misma represión y las mismas injusticias, más y más estudiantes que ingresando cada año a la educación superior se daban cuenta del mundo en el que estaban, de la triste sociedad que se estaba construyendo. El sacrificio de Víctor había sido en vano. Un mártir sin causa muerto por las garras del monstruo neoliberal. La conmemoración de su muerte no podía ser un simple intento de recuerdo u homenaje, debía ser una instancia de reivindicación de demandas sociales y estudiantiles. Los chicos lo tenían claro y, en vísperas de la toma, estaban dispuestos a que nadie olvidara a Víctor -si es que así se llamaba- y lo que su muerte simbolizaba.


 Las seis con quince minutos. La última semana de Marzo conservaba aún el clima estival, por lo que la espera hasta la noche no sería particularmente dura. El grupo que ingresaría a la bodega subterránea estaba listo para la acción. Una vez que vieron el patio central un poco más desierto, corrieron raudos hacia la oscura escalera de siete metros de profundidad que conducía a la puerta subterránea. La encontraron entreabierta, siempre estaba así a esa hora, ya lo habían estudiado.
Ingresaron despacio los seis, de uno en uno. Sergio, el último en entrar, volteó a ver hacia arriba y su mirada se topó con la de la señora Julia, una de las mujeres encargadas del aseo en el turno de la tarde. Ella lo observó desde la parte superior de la escalera sin decir nada. Sergio pudo sentir en la mirada de la mujer una complicidad de clase. Ese código en los ojos obreros que sólo los oprimidos conocen cuando se habla con el lenguaje de la lucha, con el lenguaje de la revolución. El joven pudo leer en la mirada de Julia ese “adelante, lo están haciendo por mí, por mis hijos y por mis nietos, por Víctor, por nosotras, por todos”. El joven asintió con la cabeza hacia Julia y entró a la bodega cerrando la puerta.


Las seis con treinta y dos minutos. La señora Julia se dirigió enseguida donde Don Elmer, el guardia de la entrada que estaba de servicio a esa hora:
-Hola Don Elmer, sabe que recién vi a unos estudiantes que entraron a la bodega del aseo, yo supongo que pa’ tomar o fumar o quien sabe qué. Y yo los miré no más, pero no les dije nada porque usted sabe como se ponen. El problema es que entraron y cerraron la puerta, y esa puerta sólo puede abrirse con la llave, no tiene manilla para abrir por dentro. Yo por eso la dejo junta en la tarde cuando hago aseo.
- ¿Cómo? ¿Se quedaron encerrados entonces? Pero y la llave, ¿quien la tiene oiga?.-
- Es que ese es el problema pues Don Elmer. La copia de esa llave se perdió hace mil años y la única que tiene llave de eso es la Vinka, pero la Vinka se fue hace como media hora a su casa.
- Chuuuuu- Dijo don Elmer agarrándose la cabeza.
- Hay que llamar a un cerrajero nomás Don Elmer.
- No oiga, qué cerrajero, lo llamo y después la Universidad me sale con que porqué no había copia de la llave o no se qué y me descuentan a mí del sueldo el arreglo.
- Bueno y ¿qué vamos a hacer entonces?.
- A ver, ¿tiene el teléfono de la Vinka? Llámela pa’ que se devuelva. Yo creo que la pillamos todavía en el metro. Le pagamos un taxi por último a la vuelta. De todos modos sale más barato que pagar el cerrajero.


La señora Julia sacó su celular y le mandó un audio a Vinka por Whatsapp. Entretanto, los chicos esperaban ansiosos adentro de la bodega el momento del ataque una hora antes de medianoche. A esa hora según lo acordado, saldrían los tres grupos de sus escondites gritando alguna consigna que acordarían por Whatsapp durante las horas de espera. Una opción era salir gritando: “¡ésta es la toma por el compañero Víctor!”, pero tenían que confirmar que se llamaba así. De todas maneras había tiempo para eso. La otra opción era salir cantando alguna canción de Quila, de Sol y Lluvia o algo de ese género. Pero no se sabían casi ninguna. De todas formas había tiempo también para buscarla en Youtube y aprenderla.


Las siete con veinte minutos. El desafortunado grupo de estudiantes que se encontraban adentro de la bodega de aseo, además de estar encerrados sin saberlo, se dieron cuenta al poco tiempo de que adentro de su escondite la señal no tomaba los teléfonos celulares, por lo que no podrían coordinarse con sus compañeros que esperaban en los otros dos puntos. Por desgracia, no tener esa comunicación les impedía enterarse de que el grupo de la sala de laboratorio se había quedado tomando y fumando en la plaza aledaña a la universidad y finalmente no llegaron a su punto de operación. Al grupo de la biblioteca les salió a último minuto la tocata de un compañero y tampoco se quisieron quedar.


Siete con cincuenta minutos. La señora Julia escuchó con atención el audio de respuesta de su compañera:
- Ya, resulta que la Vinka no va a volver na’ don Elmer, tiene que estar a las ocho en su casa para cuidar a su nieto. Pero me dijo que va a ver si manda las llaves con alguien.
- Pfffff…ya, bueno, veamos qué pasa. Yo creo que hay que ir abajo no más a ver en qué andan estos chiquillos.- Señaló Don Elmer.
- Sí, yo creo que es bueno Don Elmer que nos den sus nombres por si la Vinka se demora en mandar a alguien pa poder…nosep…avisar en sus casas al menos…mire que allá adentro no hay señal de celular, están incomunicados.


Ocho con diez minutos. Se dirigieron a la puerta de la bodega. Don Elmer bajó la escalera, le dijo a Julia que esperara arriba. Gritó fuerte hacia adentro pegando el rostro a la gran puerta gris:
- Chiquillos, están encerrados y no hay señal de celular, estamos tratando de resolverlo-. La puerta era gruesa y de un concreto sólido, lo cual impedía que el intercambio de palabras hacia adentro de la bodega fuera fluído.
- ¿Quién es? ¿Qué está diciendo?- Preguntó desde adentro Paula asustada.
Sergio que estaba más cerca de la puerta volvió la cara con espanto hacia sus compañeros:
- Es la voz de un paco, algún tira, o alguien de inteligencia, nosé. Sapearon la operación. Dice que nos encerraron y que cortaron la señal de celular
- ¡Por eso no llegaba la señal de celular aquí! ¡La cortaron ellos!- dijo Gonzalo angustiado. Sergio se volvió hacia la puerta gritándole a su interluctor para confirmar la sospecha:
- ¿¿Entonces ustedes fueron??-
- Este cabro qué se habrá fumado- Pensaba Don Elmer -¿Cómo vamos a haber ido nosotros a buscar la llave si estoy aquí hablando con él?- ¡No, no fuimos nosotros!- Le respondió-  ¡Pero gestionamos para que alguien lo hiciera!
- Sí compañeros, mandaron a alguien a que cortara la señal de teléfono- Se volvió Sergio al grupo.
- ¡Conchasumadre!-  Paula se puso las dos manos en la cara y los ojos se le humedecieron. Gonzalo la trató de tranquilizar poniéndole una mano en el hombro.
-Pero no puede ser-. Intervino Gilda.
-Claro que puede ser - Intervino Héctor sentado en el suelo desde un rincón mirando al infinito con voz solemne. -Es lo primero que hacen estos grupos de inteligencia, cortar las comunicaciones, hay mil historias de lo mismo. En El Salvador, en Argentina, en Brasil, en El Congo, aquí en Chile- El ambiente dentro del grupo era de muchísimo miedo.


Don Elmer escuchaba voces adentro pero no lograba oír bien lo que decían. Volvió a hablarles pegado a la puerta:
- Chicos, no sabemos cuanto rato pueden estar acá adentro. Necesito comunicarme con sus familias para no preocuparlas. ¿Me escuchan? ¡Necesito datos para comunicarme con sus familias!
- ¿Escucharon eso verdad?-  Dijo Camila con ojos desorbitados de terror.
Paula se agachó tomándose las rodillas con los antebrazos y los ojos llorosos mirando a la nada
- Hijos de puta…con nuestras familias no…con nuestras familias no…con nuestras familias no fascistas conchasdesumadre….los que estamos peleando esta guerra somos nosotros…con nuestras familias no…
 Gilda  y Sergio también empezaron a llorar.


Ocho con treinta y siete minutos. Don Elmer alcanzó a escuchar algunos llantos. Eso lo preocupó y pensó que algo podía estar mal:
- A ver chiquillos, cálmense, todo va a salir bien. Miren, entiendo que no quieran preocupar a sus familias, pero al menos necesito saber quiénes son los que están ahí adentro. Puedo buscarlos en la base de datos del sistema y, sólo en caso de que haya pasado mucho rato nos comunicamos con sus casas. Pero al menos denme sus nombres….Me escuchan…¡Sus nombres chicos! ¡Necesito sus nombres! ¡Los nombres de cada uno para buscarlos en la base de datos!-
- Quiere que les demos nuestros nombres, que de todas formas ya nos tienen en sus bases de datos- Intervino Sergio.
- Tal vez sea lo mejor…entregarnos- Intervino María.
- No sé…a lo mejor tenemos que empezar a negociar- Señaló Gonzalo.
- Tal vez ya tienen a los otros dos grupos- Agregó Paula…
- ¡Es que no entienden!- Gritó Héctor desde su rincón. -¡No saben quienes somos! ¡Nos están amedrentando!...¡Por ningún motivo hay que darles nuestras identidades!...¡Son profesionales del terror compañeros! ¡Saben cómo amedrentar!
Se produjo un instante de silencio. De repente, Sergio se paró con firmeza y gritó con vehemencia mirando a la puerta:
-¿¡Quieren saber quienes son los que estamos aquí adentro!? ¿¡De verdad quieren saberlo facistas conchasdesumadre! ¡Entonces se los diremos!? ¡Aquí adentro está la justicia! ¡Aquí adentro está la revolución! ¡Aquí adentro está el mañana!-
-¡Aquí adentro está la lucha!- Se paró Paula firme.
-¡Aquí adentro está la esperanza!- La siguió Gonzalo.
-¡Aquí adentro está la lucha y la esperanza!- Empezaron a gritar todos -¡Aquí adentro está la lucha y la esperanza!-


Don Elmer frunció el ceño pegado a la puerta y empezó a murmurar:
- La Lucha, la Esperanza… ¿Pero estos pendejos se creerán que con esos nombres puede uno buscarlos en el sistema?…definitivamente se están fumando algo allá adentro- Se volvió a dirigir a ellos- ¡A ver chicos…es que así no se puede! ¡Sean más precisos! ¡Necesito apellidos también! ¡Esperanza cuanto! ¡Lucha cuanto! ¿Me escuchan? ¡Esperanza cuanto! ¡Lucha cuanto!
-¿¿Cuánto de esperanza?? ¿¿Cuánto de lucha?? …nosé…toda la que sea necesaria- Dijo Sergio con voz profunda mirando hacia el suelo.
-  Chiquillos en serio, ¡no me pueden venir con que está la Lucha y la Esperanza! ¡Con eso no se puede hacer nada!…¡De verdad necesito que se pongan serios!- Gritó nuevamente Don Elmer.
- Que no se hace nada con la lucha y la esperanza, que nos pongamos serios- Informó Sergio a los demás desde la puerta.
- ¿Porqué hacen esto? ¡¿Porqué nos están haciendo ahora esta tortura psicológica?!- Intervino Paula secándose las lágrimas…
Todos miraron hacia el rincón donde se encontraba Héctor, que sentado mirando hacia la pared parecía estar elaborando una certera respuesta.
- Porque así los entrenó la CIA en la Escuela de las Américas- Dijo. –Ya no se trata de torturas o dolor físico, se trata de destruirte por dentro, de cagarte la psiquis hasta que no puedas más y te entregues y entregues toda la información necesaria


Ocho con cincuenta minutos. Se produjo un silencio sepulcral en el interior. Sergio retomó la palabra:
- ¿Y son capaces de destruirnos por dentro? ¿O somos capaces de resistir hasta dar la vida por esto compañeros?...Creo que es buen momento de decidirlo
Otro gran silencio. Paula lo rompió derrepente:
- Estoy cansada de ver pasar mi vida y que las cosas no cambien, de la represión, de la tortura a la que somos diariamente sometidos en este neoliberalismo infernal, donde somos un número, un código, y con suerte saben cómo te llamas en la universidad, en las tiendas, en los bancos…Víctor dio su vida por esto.-
- Parece que se llamaba Andrés según me dijeron- Aclaró Gilda.
- ¡Da lo mismo! ¡Como sea que se llamara! ¡El nombre no importa!- Replicó Paula. ¡Lo que importa es que dio su vida por esto, por una sociedad mejor!….¡Tenemos que seguir esa lucha hasta donde sea necesario!…¡Si voy a seguir viviendo en una sociedad como esta, prefiero no vivir!-
-Ni yo- Susurró Gonzalo
- Ni yo- Le siguió Gilda.
- ¡Entonces hay que resistir compañeros! ¡Todo lo que sea necesario!- Dijo Sergio y empezó a tatarear la canción de Quila…cada vez más fuerte, los demás le siguieron…



Nueve con veintitrés minutos. Don Elmer al escuchar que cantaban adentro se alivió un poco y aprovechó la chance para ir un rato arriba a fumar un cigarro y preguntarle a la señora Julia qué pasaba con la llave:
- No sé, no me ha dicho nada más la Vinka Don Elmer, y yo ya me tengo que ir, hace media hora que salí de mi turno. No quiero llegar tan oscuro a la casa.
- Si la entiendo- Dijo Don Elmer prendiendo su cigarro- Vaya nomás doña Julia, déjeme eso sí el número de la Vinka para seguirme comunicando yo con ella a ver si mandó a alguien con las llaves.
- ¿Y los chiquillos cómo están abajo?-
- No sé- Dijo Don Elmer agarrándose la cabeza y botando el humo. – La comunicación hacia adentro es bien mala. O a lo mejor andan volados, vaya a saber uno, pero creo que no escuchan bien lo que uno les dice…
- Mmm…si po’, esa puerta es súper gruesa, apenas se escucha pa’ afuera. Me acuerdo que por eso sacaron las manillas y dejaron que se abriera a pura llave…antes iba mucho estudiante a tener relaciones sexuales adentro…como nadie los escuchaba…cuando pillaron una vez a unos , se acabaron las manillas…- Se quedó un rato pensando y prosiguió -Oiga Don Elmer, ¿sabe?….adentro en la bodega hay una radio a pilas ahora que me acuerdo…creo que está detrás de unas cajas…la señal de esa radio llega bien porque a veces la ocupamos pa’ escuchar música con las chiquillas ahí adentro…a lo mejor puede servir de algo, no sé…
- Mmm…una radio a pilas- Repitió Don Elmer pensativo. - ¿Qué hora es doña Julia?-
- Diez con cinco-
- Mmm, fíjese Doña Julia que están dando justo ahora el programa este nocturno de la radio Bío Bío, que van conversando y entre medio llama mucho taxista y gente de todo Chile avisando de tráfico, de choques, cortes de luz y todo eso. Yo siempre lo escucho aquí cuando hago el turno ¿y si derrepente llamamos pa que avisen a estos chicos que no se preocupen?-
- Oiga no sería mala idea Don Elmer. Pero tendría que decirle a los chiquillos que busquen la radio y la prendan. Estoy casi segura que está detrás de unas cajas en el rincón del fondo, ahí la dejamos la última vez, y las pilas todavía funcionan porque no la ocupamos mucho.


Diez con veintiseis minutos. Don Elmer tiró el segundo cigarro al suelo y volvió a bajar rápidamente las escaleras de la bodega pegándose a la puerta:
- Chicos, yo de nuevo, espero esté todo bien. Necesito que busquen una radio que está por ahí detrás de unas cajas al fondo. – Volvió a tomar aire para gritar fuerte -¿Me escuchan? ¡La radio!-
Sergio se quedó pegado mirando a la puerta sin decir nada.
- ¡¿Qué está diciendo el paco po Sergio?! ¡Habla! Le preguntó Gonzalo con impaciencia.
Sergio voltió hacia sus compañeros.
- Llegó la prensa compañeros. ¡Esto está trascendiendo!. Está la radio, a lo mejor también la televisión.-
- ¿Qué radio es la que llegó? –Preguntó Héctor con suspicacia.
- ¿Qué radio es?- Gritó Sergio hacia afuera.
- ¡La Bío Bío!, ¡Es la Radio Bío Bío!- Gritó Don Elmer de vuelta.
- La Bío Bío compañeros. La de los fachos que hablan en contra de los partidos de izquierda.- Sentenció Sergio.
 -Chucha- Dijo Gilda.
- ¿Y qué hacemos?- Preguntó María.
- No podemos dar ninguna información a esta prensa chilena sesgada- Dijo Héctor con firmeza desde su rincón- ¡Vamos a ser carne de cañón!, ¡nos van a perseguir mediáticamente!
Paula volvió a llorar amargamente poniéndose las manos en la cara:
- Ni ahí loco…ni ahí con salir de aquí y seguir viviendo en este país donde me van a estar persiguiendo políticamente…la gente de la derecha hablando de nosotros todo el tiempo…la prensa de la derecha persiguiéndonos…no vamos a poder vivir así…no es vida…no es vida…-


Once y un minuto. Don Elmer notaba que no había mucha acogida a su petición adentro. Decidió retomar entonces la comunicación hablándoles desde el otro lado de la puerta:
- Ya a ver chicos, da lo mismo, dejemos de lado lo de la radio. Lo que quiero sobre todo es que podamos comunicarnos bien. Me da la impresión de que no nos estamos coordinando mucho. Necesito que me digan cualquier cosa que se les ocurra y yo les respondo si lo escuché tal cual o no. Cualquier cosa que se les ocurra.
- Ok compañeros, están empezando a negociar- Dijo Sergio- Qué pedimos-
- ¡Un helicóptero fuera de Chile! ¡Justo aquí en la entrada!- Señaló Paula con firmeza. Sergio se pegó a la puerta
- ¡Ok paco! ¡Queremos un helicóptero pa’ irnos fuera de Chile! ¡Justo en la puerta cuando hayamos salido!
- ¡Helicóptero pa irse a fuera de Chile! Se escucho perfectamente. Bien chiquillos. Digan otra cosa, da lo mismo que sea incoherente, lo importante es que vayamos probando el retorno del sonido.
- Aprobaron nuestra primera demanda compañeros.- Señaló Sergio. Hubo gritos de euforia y alegría.
- Qué bueno, están más tranquilos ahora que nos estamos escuchando- Dijo Don Elmer aliviado. - ¡Ok chiquillos, digan otra cosa!  
- ¡Otra cosa compañeros!- Preguntó Sergio.
- ¡La liberación de todos los presos políticos privados de libertad en este gobierno! Señaló Héctor.
- Sí, es lo que Víctor hubiera querido- Asintió Gonzalo.
- ¡La liberación de los presos políticos…paco conchetumadre! - Gritó Sergio hacia afuera.
- Liberación de presos políticos…paco conchet…jaja…esta bien…un poco de humor pa relajar la tensión…está bien chiquillos. Se escuchó bien eso- Sonrió Don Elmer.


Once con veinte. Don Elmer vio a un joven delgado bajando por la escalera hacia la bodega.
- ¿Usted es Don Elmer? Soy Esteban el sobrino de la Vinka. Me mandó con unas llaves que le tenía que pasar.
- Ah…no nos dijo la Vinka que había mandado a alguien, pero menos mal que llegó. A ver, páseme esas llaves.- Don Elmer se volvió a la puerta.
- ¡Chicos, llegaron las llaves! ¡Vamos a abrir!-
- ¡Nos van a liberar compañeros!-
Gritos de alegría. Héctor los interrumpió al instante:
- ¡Compañeros, salimos con el rostro cubierto! ¡Metan la cabeza debajo de sus poleras! ¡Esto hay que hacerlo bien! ¡No podemos ser identificados por los de inteligencia! ¡Abren y corremos directo al helicóptero! ¿Entendieron? ¡Con la cara cubierta directo al helicóptero!
Todos asintieron con obediencia bajando el clima de euforia.
Don Elmer abrió la puerta y al instante, los seis  jóvenes salieron rápidamente de uno en uno con las cabezas debajo de sus poleras, corriendo a tropezones por la escalera rumbo al helicóptero que los esperaba. Pasaban por la entrada entre medio de Don Elmer y Esteban que los miraban extrañadísimos:
- ¿Oiga qué pasó? ¿Hay una fuga de gas adentro que salen así?- Preguntó Esteban.
Don Elmer se encogió de hombros sin borrar su cara de asombro. Después de que salieron todos, ambos hombres ingresaron a la bodega a ver si acaso había algo en el interior que respondiera a los supuestos síntomas de asfixia de los jóvenes.
- No sé, no se ve nada- Dijo don Elmer después de inspeccionar el lugar con la mirada.
- Yo creo que querían ir al baño, deben haber estado tomando aquí adentro,y fumando a lo mejor…
- Claro, y saben que eso les puede traer problemas con la universidad, por eso salieron así, porque no querían que los identificáramos.- Afirmó Don Elmer. – Pobres cabros, anda bien perdida esta juventud, ojalá se vayan derechito a sus casas para que no preocupen más a sus familias.

Once con treinta y siete. Los chicos siguieron corriendo por el patio a rostro cubierto sin ver nada hasta que se toparon con una aspiradora de aseo industrial que a esa hora se pasaba por el patio central. Se guiaron por el sonido del aparato ya que era lo más cercano que oían al ruido de una máquina aérea. La mayoría se tropezó con la aspiradora cuando trataban de ingresar al helicóptero.
Dos auxiliares de servicio que quedaban arriba haciendo aseo los miraron algo extrañados.
-¿Y a esos qué le pasa, los estaban mechoneando?
- No creo, si el mechoneo ya fue ya.
-Deben andar curaos.
Ambos se encogieron de hombros y continuaron con su trabajo.

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