domingo, 31 de marzo de 2019

EL HÉROE DEL FESTIVAL DE VIÑA.



 Don Néstor de sesenta y tres años se iba a quitar la vida. Lo había reflexionado bastante y estaba decidido a hacerlo. No lo haría de cualquier manera. Sería el primer usuario del programa de Gobierno Muerte Digna, Suicidio heroico, una política pública que formaba parte de la reforma previsional a la tercera edad. Cumplía con todos los requisitos solicitados; estaba a menos de diez años de jubilar, no presentaba antecedentes penales, no registraba deudas con casas comerciales, no había sido diagnosticado con alguna patología psiquiátrica y la cartola de proyección de su AFP aseguraba que en cualquiera de los cinco fondos, no tenía en los próximos dos años ninguna posibilidad de recibir una pensión mayor a doscientos mil pesos mensuales.


La iniciativa contribuía a descomprimir los enormes déficit económicos del sistema de jubilación que ya no podía hacer frente a una población chilena cada vez más envejecida y con lagunas previsionales cada vez mayores en su vida laboral. Por otra parte, los suicidas heroicos podían llegar a ser tremendamente útiles en el futuro en operaciones de desbaratamiento de peligrosas bandas de narcotraficantes o encubrimiento de los delitos de políticos, millonarios y obispos. El suicida que ingresaba al programa proponía el escenario de su autoeliminación y el Estado se encargaba de gestionar las condiciones para que ésta fuera posible. Debía además explicar en una carta de máximo una carilla, porqué consideraba que esa manera de morir era heroica y en qué sentido podía contribuirle esa muerte al país, argumentos que eran evaluados por una comisión de especialistas a cargo.

 Don Néstor después de exponer sus motivos, cerró su carta con la frase lo heroico no es morir sino vivir mientras te matan. El grupo evaluador consideró la misiva adecuada y con un cierre solemne al recurrir a esa cita de algún pensador cuyo nombre en todo caso olvidó mencionar. Se le perdonó por ser el primero, pero sirvió para que en adelante se pidieran esas referencias bibliográficas en las cartas de futuros suicidas de modo de respetar los derechos de autoría.



Escogió que terminaría con su vida en lo que consideró el heroico acto suicida de realizar una rutina cómica en el escenario de la Quinta Vergara. Pretendía reivindicar el humor tradicional en el Festival de Viña, esos chistes de humoristas ochenteros y noventeros que a su juicio se habían perdido de manera preocupante entrado el tercer milenio. El Estado a través del Servicio Nacional del Adulto Mayor se encargó de gestionar todo lo necesario. Al ser el primer beneficiario del programa, las cosas debían salir perfectas y el heroico suicidio tenía que ser un éxito pues había un capital político que se estaba jugando. Eligieron la noche con la parrilla festivalera más propicia para hacerlo. Abría Ana Torroja, seguía el humor de Natalia Valdebenito, continuaba Denisse Malebrán y cerraba Becky G.  Se obligó bajo decreto ley a los organizadores del festival, dar a Don Néstor veinticinco minutos para su rutina y que forzosamente debían ser justo después de la rutina de Natalia.



 Terminado el exitoso stand up de humor feminista por el que la comediante recibió gaviota de oro, Don Néstor fue presentado como humorista con todo el glamour por parte de los animadores del certamen. Se proyectó en la pantalla grande del escenario el logo del Gobierno de Chile. El público estaba enterado del asunto y según las indicaciones,  había llevado consigo piedras, objetos contundentes, cortopunzantes y algunos fuegos de artificio que serían autorizados para ser arrojados durante el show a Don Néstor. Para fomentar el cuidado al medioambiente, se motivó además al público a que aprovechara la instancia de lapidación esa noche y llevara consigo  sus electrodomésticos viejos, artículos de electrónica en desuso y otros objetos por el estilo que tanto daño hacían al ecosistema cuando iban a parar a la basura doméstica. Se le dio a cada persona un tiket válido por una Pepsi y un lomito a cobrar durante el espectáculo, por cada tres de esos artículos que mostraran en la entrada. 


Don Néstor comenzó con chistes contra las suegras, algunos bastante regulares que le había escuchado a sus amigos del club de dominó con los que se juntaba a jugar partidas los domingos, otros los sacó de algunas Condoritos cambiando el nombre de la señora Tremebunda y otros malísimos que había inventado él. Su incapacidad histriónica y su tono pesado y seco hicieron que se ganara rápidamente el abucheamiento del público. Todo comenzaba perfecto.



Pero no había llegado hasta allí para ser abucheado sino para dar la vida por su causa. Enseguida comenzó con los chistes machistas. Esa parte del show era clave para los propósitos perseguidos y por lo tanto, había sido cuidadosamente probada. El Servicio Nacional del Adulto Mayor gestionó que la pudiese ensayar en algunos cafés con piernas de la capital y frente al neonazi con el canal más visto en youtube. 


Dio curso a esta parte del show con ahínco y motivación; en qué se parecen las mujeres a los burros, en qué se parecen las mujeres a una tabla de planchar, en qué se parecen las mujeres a las ranas, porqué las mujeres tienen orgasmos los Lunes y no los Domingos, porqué los hombres prefieren a las mascotas que a las mujeres, qué le dijo Eva a Adán, que le dijo el pene a la vagina, qué le dijo una pechuga a otra, qué es lo único bueno que tiene el matrimonio para un hombre, qué es lo único bueno que tiene la mujer. Concluyó esta parte con una funesta imitación de su esposa intentando tener orgasmos.


Los objetos arrojados por el público empezaban poco a poco a dejarse caer cada vez con más fuerza sobre el escenario intentando darle a Don Néstor. Volaban desde la galería algunos teléfonos celulares Nokia con antenas, unas pocas piedras e incluso se dejaron caer ocho VHS, dos de ellos dentro de sus respectivas carátulas de Pesadilla Dos y Locademia de Policía Tres. Al inicio le llegaron al humorista solamente dos inocentes huevos, uno en la frente y otro en el brazo. Las cosas mejoraron y a los pocos minutos una agenda Pascualina tapa dura del año noventa le pegó fuerte en un ojo que le quedó en tinta y un VHS de los Caza Fantasmas le dio directo en la boca haciéndole ganar su primera hemorragia al sacarle un diente. La gente del gobierno presente esa noche respiraba aliviada el buen arranque, pero faltaba mucho más.


Para variar un poco, siguió con un par de chistes de gangosos bastante antiguos y sin lograr imitar ni de cerca la voz de los aludidos. Se pasó de los gangosos a los síndrome de down y a los tartamudos a quienes tampoco logró caricaturizar. Tres miguelitos de esos utilizados para reventar ruedas de neumáticos que volaron desde la platea central lograban clavarse certeramente en su abdomen y uno de ellos había logrado penetrar en el hígado. Con algo de dificultad y bastante dolor, Don Néstor logró darse vuelta para buscar la polera de la selección chilena con las tres franjas blancas sobre la manga derecha que había dejado al fondo del escenario. Se arrancó los miguelitos de su carne y se la puso ayundando la prenda granada a cubrir un poco la hemorragia abdominal. Enseguida volvió retorciéndose a la parte delantera de la gran tarima. Tomó el micrófono, y le dijo al monstruo que más allá de las diferencias de sexo o sociales, lo más importante era que somos todos Chilenos y los motivó a dar un fuerte grito:
-          - Todos conmigo, ¡CHI!
Una Molinex naranja le daba en la cabeza
-          - ¡L-E!
Otro miguelito en las partes bajas.





Don Néstor tambaleaba mareado frente a un enardecido público joven que le arrojaba con  vehemencia los objetos viejos que ya no les servían.  Un fanático no pudo resistir y logró subirse al escenario a pegarle un combo en la cara que dejó al humorista tirado en el suelo, donde lo empezó a agarrar a patadas. Dos guardias lo sacaron rápidamente por el peligro a que al imprudente joven le llegara alguno de los objetos que la gente seguía arrojando. Mientras yacía en el suelo boca abajo después de la golpiza, Don Néstor veía que cerca suyo se había dejado caer una cajita azul marino de cuero con un juego de dominós que al impacto con el escenario hizo saltar las piezas desparramándolas por el piso. Eso lo hizo soltar su primera lágrima y entender que el show debía llegar ...hasta el final.


Se incorporó con la nariz destrozada y tres costillas rotas producto de los golpes y continuó estoico. Con el cuerpo encorvado, aprovechó que tenía puesta la polera de Chile para hablar de lo cansado que estaba de los inmigrantes, contó chistes contra bolivianos, peruanos, venezolanos y haitianos. Aprovechó a estos últimos para seguir con una serie de chistes racistas. Invitó después a que todo el público le diera un gran aplauso al presidente Piñera y su excelente gestión en la demanda marítima boliviana en la Haya. A raíz de eso le llegó una bengala quemándole el rostro:
          -Con la polera chilena y la bengala ahora parece que soy el Condor Rojas
Se rió sólo de su chiste. Le llegó otra.

Con la cara quemada, la nariz rota,  las costillas fracturadas, ciego, y con las hemorragias del hígado y abdomen avanzadas, se hizo de las pocas fuerzas que le quedaban para pararse valiente  a terminar con la última parte de su rutina. Caminando a tientas sin poder ver nada, tomó el atril del micrófono casi cayéndose y puso su mejor voz afeminada:
         -Y para terminar, chistes de colipatos- Estos eran dos fletos que caminaban por la playa de Viña cuando de repente uno le dice al otro…


No pudo finalizar debido al golpe de una plancha vieja con una pañoleta verde amarrada alrededor de su mango que le impacto mortalmente en el cráneo. Alcanzó a balbucear en susurros algo de  lo heroico que no se le entendió muy bien y su cuerpo inerte cayó al suelo desplomado.  


Sonó la cortina con la música del festival. El público se puso a aplaudirlo de pie, había sido un verdadero héroe suicida y además el primero. La gente del gobierno presente en la platea aplaudía también con fuerzas y alegría frente al buen comienzo del proyecto. Entraron al escenario los animadores tomados de la mano parándose frente al cadáver. Se alternaron el cierre de la presentación. Partió ella con vos fuerte:
          -Un hombre, un chileno, un oriundo de Antofagasta, que quiso elegir el escenario de la Quinta esta noche para poner fin a su vida…
Siguió él con ánimo:
         -Un valiente con un humor pasado de moda, un humor imperdonable para esta época…cerramos esta presentación con un gran aplauso para Doooon Néstor.
Siguió ella:
          -De vuelta de la pausa viene la competencia internacional, y la música de…
-          -Deniiiisse Malebraaaan-        Dijeron al unísono. El público gritó emocionado y pasaron a las transmisiones comerciales.


Durante la tanda comercial el personal encargado del evento se puso rápidamente a limpiar el escenario recogiendo la enorme cantidad de suciedad; celulares Nokia, piedras, varios VHS, Don Néstor, la plancha, electrodomésticos ochenteros, teléfonos CTC, todo fue sacado con agilidad para la competencia y sobre todo para la presentación de Denisse.  En el ciberespacio aparecieron algunos tweet con el hashtag #donestorheroe. Cerca del final de la tanda publicitaria se fueron paulatinamente perdiendo entre los que emergían a cada segundo; #denissemalebran, #grandenatavaldebenito, #arribavenezuela, los tweet acerca de Don Néstor iban quedando atrás; #sevieneel8M, #monicarinconalamoneda, #funemosalguatondegasto, cada vez más atrás, #quepiñerasevayaconelchimuelo, #trumpcabezadepichi, más atrás, más atrás, más atrás…hasta perderse en la nube.


    



miércoles, 6 de marzo de 2019

EL DEBATE





Paola llegó ese Jueves a su casa desde colegio a eso de las seis. Su madre había partido hacía como una hora a su turno nocturno en el servicentro de la bomba bencinera ubicada en Providencia. Su abuela se encontraba en el culto evangélico. Su hermano quién sabe donde y mejor era no saberlo. Su padre manejando un taxi por Santiago o a lo mejor aún trabajando en la Zona Franca de Iquique, hace tiempo que no se enteraban.  Sacó de la mesa del comedor un pedazo marraqueta de las tres que su madre le había dejado puestas en la panera para que se hiciera once cuando llegara y se dirigió a su pieza mascando el trozo de pan. 


Se sentó sobre su cama sin sacarse la mochila con el jumper y los pies juntos. Miró sobre su velador la foto que tenía de ella misma en su cumpleaños de dos años. Era una niñita de cachetitos gordos que sonreía, la cara manchada de torta y un gorrito de cumpleaños.  La había sacado su abuela y la tenía hacía mucho guardada en un viejo álbum. Decidió enmarcarla y regalársela a Paola para su cumpleaños de dieciséis que había sido la semana anterior.



Dos días antes de su cumpleaños la adolescente les contó a su abuela y a su Madre que estaba embarazada de casi un mes. Consideró estratégico contarlo dos días antes para que así los ánimos se aligeraran un poco el día en el que se festejaba su nacimiento. 



Probó la misma estrategia contándoselo por Whatsapp a su su semi-pololo-amigo con ventaja con estatus de es complicado en face. Pensaba que si le mandaba un Whatsapp y le daba cuarenta y ocho horas para digerirlo, él al menos le respondería saludándola para su cumpleaños y aprovecharía de decirle algo al respecto del audio de cinco minutos con el que Paola decidió ponerlo al tanto de que se convertiría en padre. 

A pesar de que el mismo día de su envío el audio estaba marcado en azul, no recibió ni para su cumpleaños ni días después ningún tipo de respuesta del joven.


Y es que a propósito de festejos de cumpleaños y nacimientos, Paola tenía una importante decisión que tomar antes de la fecha crítica. La ley de aborto legal y libre a partir de los dieciséis años y con interrupción tope antes de las diez semanas de embarazo, había entrado desde hacía tres meses en vigencia. El Estado Chileno debía garantizar la interrupción del embarazo como prestación en la red pública de salud. Paola con sus cuatro semanas de embarazo y sus dieciséis recién cumplidos podía elegir abortar.

Se sentía raro tener que decidir sobre eso. Se sentía raro tener que decidir sobre algo. No decidió el consultorio que le tocó. No decidió el hospital asignado para parir o interrumpir su embarazo. Por su comuna de residencia que tampoco decidió, correspondía al Hospital Padre Hurtado.  No decidió qué aspectos de su vida debían ser problemas privados y cuales debían quedar registrados en informes sociales, en la ficha de protección o en el registro social de hogares. Eso lo decidía la municipalidad, el consultorio o la trabajadora en su visita domiciliaria mensual.


Pero de repente resulta que podía y debía decidir sobre seguir o no con este embarazo no planificado. Podía y debía decidir sobre su cuerpo.  

La Trabajadora social, esa profesional que les decía qué papeles juntar para el subsidio, adonde tenían que ir para la asignación, con quien debían hablar para el bono Marzo, qué cosas tenían que hacer como familia para evitar que su hermano volviera a desertar del colegio, esa profesional que fijaba las metas anuales que debían cumplirse y registrarse en el sistema para ese núcleo familiar, resulta que el día anterior en su última visita domiciliaria le había tirado esa frase insólita; “Será tu decisión porque cumpliste los dieciséis y hemos logrado como sociedad Paola que, cualquiera sea tu decisión el Estado la apoye”. ¿Qué chucha era eso? ¿Otro paro de la salud? Parecía como si de un momento a otro la profesional visitadora ya no quisiera hacer su trabajo. Como si se hubiera tirado a huelga frente a las narices de Paola.


Seguía con la mochila puesta sobre la espalda y sentada en la cama en la misma posición. Paola miró hacia la planta de lenteja que tenía en el velador al lado de su foto. La había plantado en un vasito y sobre un algodón en el colegio en el ramo de naturaleza cuando estaba en sexto básico. Después a fin de año, sus demás compañeros botaron sus plantas y algodones a la basura, pero ella decidió llevarse la suya a su casa, la puso en un macetero pequeño y la cuidó desde ese entonces. Eso lo había decidido ella. Esa plantita le recordaba que ella podía decidir, que alguna vez lo había hecho. La plantita no formaba parte de ninguna decisión que había tomado la visitadora. No estaba registrada en ninguna ficha o informe. Estuvo a punto de caer en el registro cuando la trabajadora le preguntó en una de sus visitas si era cannabis, pero después de asegurarse de que no lo era, la planta pasó al olvido en el espectro psicosocial de ese hogar vulnerable, y quedó como algo propio y suyo de lo que el sistema de protección no estaba enterado.  Se tocó el vientre y mientras la miraba suspiró y pensó “Si pudiera ser una lentejita”.


Se sacó la mochila dejándola sobre la cama, se puso de pié, se ajustó el jumper que se había subido un poco al levantarse, se dirigió al pequeño living comedor de la entrada y prendió la televisión. En seguida tomó el celular y mandó un Whatsapp a su amiga Raquel ¿Cuál era el canal del programa que me dijiste?. Su amiga le respondió y lo sintonizó rápidamente. El programa estaba empezando.
Era un programa de debate acerca del tema del aborto. Debatirían los pro vida y los pro interrupción del embarazo. Paola nunca se había interesado mucho en ese tipo de programas, pero dada sus circunstancias pensó que era una buena idea mirarlo para orientarse un poco. Se tumbó sobre el sofá y se puso a ver la tele.


Recién había comenzado. El animador saludó a la audiencia y presentó a ambos grupos, los pro aborto a la izquierda y los pro vida a la derecha. Cuando fueron anunciados, cada grupo elevaba sus pañuelos, verdes en el caso de los pro aborto y  celestes en el caso de los pro vida. Cada grupo había ido vestido además de los colores respectivos y cuando fueron anunciados, lanzaron globos desde sus sectores con los coloridos correspondientes. En la galería central del estudio televisivo se encontraba el público que al final del programa con sus tecleras, haría las veces de jurado para decidir cual de los dos había ganado la contienda.




El director tras cámaras puso la canción de la película Rocky y el animador al instante anunció el comienzo del primer round.  Se paró en el podio central la primera chica que hablaría por el equipo de los celestes. Su alocución se centró básicamente en referirse a unas fotos que iba proyectando en grande en la pantalla trasera. La primera era una foto de un pequeño feto, la segunda era de otro feto igual de pequeño y con los brazos y pies cortados. La tercera era del mismo feto  aún más horroroso y mutilado. Acompañaba las imágenes con frases de que eso era lo que se había aprobado en Chile, de que eso era lo que se estaba haciendo en los hospitales en estos momentos. El público aplaudió impactado la entrada del grupo celeste. El grupo percibiendo la positiva acogida del público celebró con gritos próvida el éxito de su incursión inicial.



En seguida el animador anunció el turno del equipo verde no sin antes agregar que después de ese comienzo de los celestes, los verdes la tenían difícil. Se instaló en el podio la primera chica que debatiría por los verdes. También apeló a la estrategia audiovisual. A medida que hablaba, puso fotos de niños desnutridos, de casas precarias en las que se podía ver durmiendo a doce personas en campamentos, después una imagen de las casas del barrio alto santiaguino para advertir el contraste. Inmediatamente, algunas fotos de mujeres en marchas feministas. Cerró con la reflexión acerca de por qué el barrio alto de este país tenía que decidir sobre los vientres del resto de las mujeres.








El público conmovido aplaude con fuerza y los verdes alegres comienzan a gritar algunas consignas feministas. Van a la primera tanda comercial. Paola se puso a pensar en por qué la gente de plata tendría que decidir sobre su cuerpo, pero también se puso a fantasear que la matrona le entregaba a su hijo en pedazos como la foto del feto que mostraron. Se sacudió la cabeza para alejar de sí esa horrible imagen.  Acomodó un poco su posición en el sofá y a pesar de estar sola, se bajó el jumper que en el relajo se le había ido demasiado arriba mostrando la pantaleta. Continuó viendo el programa.


De vuelta de la tanda, el animador después de decir que el debate estaba al rojo vivo, anuncia el comienzo del segundo round. Esta vez se pone enfrente del podio otra de las chicas del equipo celeste. Comienza a hablar de que entendía perfectamente que asumir un embarazo no deseado era difícil, ella era mujer. Pero que también pensaba que si su madre hubiera sido egoísta y sólo hubiera pensado en si misma, nunca hubiera conocido a los siete maravillosos hermanos que tenía. Y no sólo maravillosos por lo buenas personas que eran, sino también porque todos eran excelentes profesionales que aportaban hoy día a una sociedad mejor desde instituciones como Techo, Desafío Levantemos Chile o desde el gobierno. –¡Y además son minísimos!- Intervino desde el equipo celeste una de sus compañeras y todo el grupo rió del jocoso comentario.



 Concluyó señalando que en lo mucho que había recorrido Chile durante vacaciones, misiones y trabajos, había llegado a la conclusión de que la mujer chilena era por naturaleza buena y pro vida, y que lo que se estaba haciendo con esta ley era pervertir esa naturaleza. Los celestes aplaudieron fuertemente la intervención y también lo hizo gran parte del público. 

   
En seguida tocó el turno para la intervención del equipo verde. Se paró enfrente del podio la segunda chica de este equipo. Comenzó a hablar sobre el vientre de la mujer, de que no era una empresa privada, que el cuerpo de la mujer chilena no era la Minera Pelambres ni el Parque Tantauco, que la derecha no tenía porqué seguir decidiendo sobre sus cuerpos. Que sus cuerpos no eran propiedad privada de nadie salvo suya. Aprovechó de criticar la propiedad privada. 

Dio cifras de mujeres maltratadas, acosadas y violadas y aseguró que esta ley que se había aprobado era una batalla ganada al patriarcado capitalista neoliberal. Terminó haciendo mención al conflicto mapuche. Gran ovación de sus compañeros de equipo. La fuerza, fluidez y convicción con la que habló le hizo ganar además el aplauso del público.


Terminado el round, el animador anuncia la intervención que estaba estipulada para ese momento del programa de una invitada, médico doctora en bioética que no se encontraba en ninguno de los dos equipos sino que esperaba entre el público. La médico habló de la complejidad del tema y sus distintas aristas. No pudo terminar su contundente ponencia pues tuvieron que ir a la siguiente tanda comercial.


Paola aprovechó los comerciales para hacerse un pan con mantequilla. Abrió el refri y le puso a su marraqueta una torreja de mortadela jamonada que quedaba. Volvió a instalarse frente al televisor.


Retornaron a la tercera y última tanda del programa. El conductor animó a cada equipo a dar un fuerte grito con sus respectivas consignas y pasó a anunciar el tercer round que consistía esta vez en preguntas del público y también llamados telefónicos de la audiencia. El teléfono apareció rápidamente en la huincha inferior de la pantalla. Paola dejó su pan de mantequilla y mortadela a un lado, tomó su celular y sin pensarlo mucho ni saber porqué lo hacía, marcó el número del programa. Al tercer intento logró comunicarse y hablar con el conductor:

          -Hola, cual es tu nombre y de donde nos llamas
          -Hola, soy Paola y llamo desde…Puente Alto-  Mintió para que nadie la reconociera.
            -Paola, dinos para cual de los dos equipos es tu pregunta y cuéntanos lo que quieres preguntar
          -Para el equipo…ehh…el verde…
          Equipo verde entonces. Ok Paola, pregunte nomás
         -Resulta que…osea…es que yo tengo dieciséis y estoy embarazada...entonces- Se quedó en blanco presa de la angustia y no supo qué más decir…
         -Entonces qué pues Paolita…apúrese que el tiempo aquí en televisión es oro
        -Si perdón…osea es que…quiero saber…mi pregunta es…es que yo…qué tengo que hacer yo…qué hago yo…gracias…eso- Cortó la llamada muerta de vergüenza.


Se produjo un silencio en el estudio. El animador se encogió de hombros. El equipo verde se miraba con un poco de desconcierto. La chica del equipo verde que había expuesto en la tanda anterior tomó entonces el micrófono:

-      -Hola amiga Paola, gracias por tu pregunta. Mira, tienes que estar sumamente tranquila. Lo que tienes que hacer es dirigirte al consultorio que te tocó ahí donde vives y que ahí te orienten para que sepas cuales son los pasos que debes seguir para realizar la interrupción de tu embarazo. El Estado chileno debe asegurarte por ley la prestación con todas las garantías de salubridad correspondientes. No te dejes amedrentar por nadie que te haga tomar una decisión que tu no quieras. ¡Es TÚ decisión Paola, la de nadie más!. Ni los médicos ni las matronas ni nadie puede decidir por ti. No te dejes presionar, eres libre. ¡Ánimo amiga y el mejor de los éxitos!

   
Surgieron algunas preguntas telefónicas más y confrontaciones de los equipos con algunas personas del público. En una de ellas, una miembro del equipo verde acusó a una señora del publico de violencia estadística por dar estudios con cifras de suicidios de mujeres que habían abortado. Hubo instantes en que hablaban de a cinco de un lado y otro, revisión de algunos tweet y finalmente el momento de la decisión del equipo ganador. El animador antes de que el público emitiera su veredicto agradeció la enorme sintonía y la gran cantidad de tweets que con el hashtag #debateleyabortotv, había convertido al programa ese día en trending topic de tendencias. En seguida alentó a los presentes a realizar su votación a favor de alguno de los dos equipos:
        
         -Tomen sus tecleras…y deeeeesde ahoraaaa….yaaaaaaaaaa.

La votación del público apareció en la pantalla. Había estado bastante estrecha, pero con un cincuenta y cinco por ciento de las votaciones, los verdes habían ganado el debate. El equipo verde se abrazó, nuevamente elevaron globos de aquel color y comenzaron a cantar el yingle del aborto legal que circulaba desde hacía algún tiempo en las redes, que como buenos chilenos habían copiado a las feministas argentinas, que como buenas argentinas, habían copiado de una canción antigua italiana.


Eran las nueve de la noche. El equipo verde salió de los estudios televisivos en el barrio de Bellavista con dirección a un local de la calle Lastarria para celebrar el triunfo y hablar de lo que se venía. Se fueron repartiéndose en tres autos. Antes pasaron a una bomba de Providencia a echar bencina a dos de los vehículos. Aprovecharon de comprar mentitas y cigarros en el servicentro de la bomba. La madre de Paola les dijo que no quedaban cigarros mentolados así que tuvieron que conformarse con cajetillas de azules.


En el pub de Lastarria mientras tomaban pisco sour y reenviaban por sus distintos teléfonos celulares la noticia del triunfo en el programa subiéndola a face, twitter e instagram, conversaron de los pasos a seguir en las próximas tomas universitarias, criticaron al gobierno actual, pelaron al equipo celeste y algunas le coquetearon un poco al apuesto garzón que las atendía. El muchacho, algo inhibido con las poleras estampadas con consignas de no al piropo que varias llevaban puestas, prefirió mantener las distancias.


Paola apagó la televisión, retornó a su habitación, prendió la luz pues a esa hora ya estaba oscuro y se volvió a sentar sobre su cama. Volvió a mirar su foto, volvió a mirar su planta. Estaba sola, aún no llegaba ni su hermano ni su abuela. Estaba sola. Había estado sola toda la tarde. Se puso a llorar sin saber porqué. Se puso a llorar sola, porque estaba sola, aún no llegaba ni su hermano ni su abuela. 


Se puso a pensar. Tenía miedo de que lo que tuviera adentro fuera un hijo. Tenía miedo de que no lo fuera. Odiaba al padre de su hijo por no estar. Le daba pánico que se apareciera. Deseaba que hubiera sido él el que hubiera quedado embarazado. No quería ni que por un segundo fuese él quien pariera a su hijo. Vuelta a preguntarse si lo que tenía adentro era un hijo. Vuelta a tener miedo de que lo fuera. Vuelta a tener miedo de que no. Miedo de ser madre. Miedo de no serlo. 



Odiaba al equipo verde. Odiaba al equipo celeste. Odiaba al animador. Odiaba ser mujer. Odiaba a su padre. Odiaba a los hombres. Odiaba a su madre y a su abuela. Las quería a ambas ahí con ella en ese mismo momento para abrazarlas y sentirse acompañada. Le daba pena lo que tenía adentro y le daban ganas cuidarlo, de protegerlo a toda costa como si fuera lo más importante del mundo. Quería ir al baño y  poder mear o cagar lo que tenía adentro para que se le saliera de una buena vez.


Miró su plantita de nuevo. “Si pudiera ser una lentejita”. Se restregó los ojos y se fue a hacer otro pan de mortadela jamonada con mantequilla.