domingo, 28 de abril de 2019

LA FIESTA DE MATRIMONIO


Llegaron desde la antigua iglesia en el Centro al gran salón de eventos ubicado en la zona nororiente de Santiago. El tráfico fue fluido y además los automovilistas se volvían más amables cuando veían pasar un auto de novios con sus adornos, cintitas blancas y demases.

Se bajaron en la entrada de la puerta principal. Diciembre con sus aires estivales de atardecer veraniego y el lugar semi iluminado a esa hora con vista al ocaso del valle Santiaguino, daban un precioso ambiente que hacía presagiar una maravillosa noche. Verónica con su gran vestido blanco se demoró un poco más en salir del vehículo. Raimundo su marido salió antes y la ayudó con la larga cola. La wedding planner encargada del evento los abordó en seguida para indicarles que debían dirigirse al salón A2. El lugar era inmenso y para esa noche estaba programado otro matrimonio, una fiesta de quince y dos comidas empresariales de final de año en los demás salones de las dependencias. En el apuro por llegar a tiempo desde la iglesia, no repararon en que según lo acordado, el vehículo debía ingresar por otra de las entradas del lugar donde los recibiría la wedding planner de su fiesta, la cual tendría lugar en el salón A1.


Ingresaron al salón A2 y ya notaron algo extraño cuando la canción con la que fueron recibidos en su entrada triunfal no fue Amazing de Aerosmith como lo habían solicitado sino que November Rain de Guns. No les molestaba la canción y de hecho había estado curiosamente entre sus opciones. Sin embargo, había algo que no cuadraba. Tampoco se trataba de los arreglos de ambientación pues salvo quizás algunos detalles, eran justo los que habían acordado. Pero las caras de los invitados no les eran conocidas. Y no era cosa tan fácil darse cuenta de aquello entre los osados bronceados de comienzo de verano, vestidos de tantos colores, rostros maquillados, ternos muy parecidos y personas todas tan bellas como las que Verónica y Raimundo acostumbraban. Era esperable además que los novios no conocieran a las parejas de muchos de sus familiares o amigos invitados. En no pocas fiestas de bodas casi la mitad de los comensales les eran completamente desconocidos a la pareja anfitriona.  En realidad, lo que los hacía percatarse de la extraña situación era que podían notar cómo el rostro de extrañeza de ambos era el mismo que se reflejaba en las cuatrocientas personas que los vieron entrar al salón.


Mientras caminaban lentamente por la entrada del salón hacia la tarima que se había levantado para que saludaran y dijeran unas palabras, Raimundo le hizo notar la situación a su esposa susurrándole al oído:
 -Negra parece que nos mandaron a la otra fiesta de matrimonio que había aquí hoy día.
 -Sí, si me dí cuenta- le dijo ella en voz baja sin sacar de su cara la sonrisa ni dejar de mirar a la gente.
-¿Bueno y entonces?-
-¿Y entonces qué Raimundo?- Susurrándole de vuelta
-¡Vámonos a nuestra fiesta ¿no?! Pedimos disculpas y nos vamos!.- Le volvió a susurrar él a pocos metros de llegar al escenario.
-Pedemes desquelpes y nes vemes…Pedemes desquelpes y nes vemes…Helee ehh desqueelpe per ester es que…nes equevequemes- le susurró ella en tono irónico sin nunca dejar de sonreir -¡Crees que voy a hacer ese ridículo guevón! ¡La noche de mi matrimonio!…llevamos un año preparando esto y no lo voy a echar a perder con una ordinariez así…¡Y tu tampoco Rai! ¡No vayas a decir ninguna estupidez! ¿Me entendiste?


 Raimundo suspiró resignado. La situación le complicaba pero veía a su mujer tan radiante, tan contenta, que no le arruinaría su momento de gloria. Cuántas veces le había dicho que desde que era una adolescente se había imaginado su fiesta de matrimonio, cómo sería, donde, el vestido que llevaría puesto. No, no tenía ningún derecho a estropear ese sueño.
Entre tanto algunas parejas de amigos también comentaban acerca de la situación:
-Oye Marce pero esa no es la Coni, ni él es Alfonso..¿Qué onda?
-¿Qué onda qué guatón? Osea…¿Te vay a poner a gritar “oigan ustedes no son los novios”?…obvio que no po guatón…que onda la plancha…como que filo en verdad…además ella igual está regia…¡me encanta su vestido! ¡Me quiero casar con un vestido igual guatón!


Verónica y Raimundo subieron a la tarima y alguien del equipo encargado del evento le pasó a él un micrófono. Se produjo en el salón un tenso silencio. Raimundo miró a la multitud con la misma cara de desconcierto que ésta le devolvía. Después miró a Verónica que le hizo un ademán para que comenzara a hablarles de una buena vez:

-Ehh…bueno, nosé qué decir…no tenía mucho preparado. Primero que todo, gracias a todos por estar aquí…a los amigos del colegio…de la universidad…a la gente de la pega…a los familiares…es maravilloso estar aquí con la Ve..con la negra compartiendo con todos ustedes en una noche tan importante para nosotros. Gracias a nuestros padres que se partieron el lomo con la organización de todo esto y gracias a mi mujer por todo, que además esta noche se ve preciosa- . La última frase le resultó tierna a muchas de las presentes. Le pasó rápidamente el micrófono a Verónica:

-Si..ehh…jaja…estoy súper nerviosa- Dijo sonriendo- Nada, sumarme a las palabras de mi marido, él está regio también…gracias a todos por haber venido y…¡A disfrutar de esta tremenda fiesta!


Algunos ya alcoholizados con el cóctel comenzaron a gritar desde al fondo ¡que vivan los novios! y a aplaudir animosamente. El resto de la gente se contagió de ese entusiasmo y comenzó también a aplaudir distendiendo el ambiente. Empezó a sonar un jazz suave y todos pasaron a sus mesas para la cena. Verónica y Raimundo se dirigieron a la mesa de los novios y sus familias.  Sentarse a esa mesa fue extraño para todos, pero ni los novios querían arruinar su matrimonio, ni sus familias pretendían echar a perder con aprensiones un día tan importante y que tanto trabajo había costado organizar. Uno se casaba una sola vez en la vida para estropearlo así sin más.


La comida estuvo sumamente grata y sin contratiempos.  Todo se dio perfectamente. Hablaron de lo bonita de la misa, de lo difícil que fue la repartición de las invitaciones, de lo complicado que fue armar las mesas, de lo bello del arreglo floral, de lo talentosa de la maquilladora, de la profunda crisis de la iglesia, de lo mal que está el fútbol chileno, que Trump no ha sido tan terrible, que Venezuela no tiene para cuando. La hermana menor de Verónica comentó que le había encantado la última editorial de Mónica Rincón y Daniel Matemala en CNN, la Madre de Verónica señaló que no le gustó demasiado la editorial y el padre de Raimundo dio a entender no le gustaba mucho la dupla de periodistas. La segunda hermana de Raimundo estaba facinada con la última serie de Netflix, el hermano mayor de Verónica la había visto también, al hermano menor de Raimundo la serie lo había decepcionado un poco, la abuela de Verónica preguntaba qué era Netflix. Los hermanos menores de Raimundo y Verónica estaban a favor de la legalización de la marihuana, ambos padres no lo estaban. La hermana menor de Verónica defendía el matrimonio homosexual y ostentaba la colección de amigos gay que tenía. La abuela de Raimundo prefirió ni siquiera opinar de ese tema. El hermano mayor de Verónica miraba con escepticismo la ola feminista, la mitad de la mesa apoyaba la igualdad de derechos. Todos estaban a favor de la vida.


Llegado el postre, los novios vieron que se les acercó el fotógrafo y comprendieron que era momento de las fotos en las mesas con los invitados. Sería una labor extenuante recorrer cada una de las mesas por lo que seguirían al pie de la letra los enfáticos concejos que la wedding planner les había dado previamente con motivo de esta parte de la celebración; saludo buena onda, animar a los de la mesa que se pusieran ágilmente de pie, foto y pasar a la mesa siguiente. Si alguien les daba la lata y los hacía quedarse pegados, la estrategia era darle un fuerte abrazo por parte del Novio si se trataba de un hombre, y un abrazo tierno por parte de la novia si se trataba de una mujer. Como último recurso si eso no daba resultado, sacarse una foto ambos con la persona latera y al sonido del flash pasar rápidamente a la mesa siguiente antes de que el sujeto latoso alcanzara a dejar la pose fotográfica. 


Lo hicieron así tal cual: Cómo está la mesa más entretenida de todas, nos venimos a sacar la foto con los más guapos, a ver arriba la mejor mesa del matri pa sacarnos la foto, nos venimos a sacar la foto con la mesa más top del matrimonio, perro, no digas más, dame un abrazo fuerte, amiga yo también te quiero, ven que te doy un abrazo linda, obvio que va a superar su cáncer tía y de todas maneras va a alcanzar a conocer a nuestros hijos, ¡Negra, saquémonos una foto aquí los dos con la tía!. Se demoraron el óptimo tiempo de cuarenta y dos minutos en recorrer las cincuenta y tres mesas del matrimonio.


 No alcanzaron ni a respirar después de terminar la sesión fotográfica y al instante se sintió fuerte la música de Strauss y la aglomeración alrededor de la pista que invitaba a los novios a bailar el vals. Los dos habían tomado clases para eso, los padres también. Primero Verónica y Raimundo bailando solos, después los progenitores del sexo opuesto bailando con los novios. Al comenzar a bailar con su padre, Verónica sintió algunos extraños deseos por el hombre que estaba bien guapo esa noche y se veía bastante joven para su edad. Dejo de lado en seguida esos oscuros pensamientos. Después entraron a la pista los hermanos, los abuelos, y se produjo el múltiple intercambio de parejas entre familias. Al finalizar, el aplauso de la multitud y el sonido de Juan Luis Guerra que invitaba al comienzo de la fiesta.


Durante el baile pachanguero todo fluía maravillosamente. Los novios entre el vino de la cena y la piscola posterior al vals estaban bastante animados. Comenzaron a bailar y alrededor de ellos, las amigas de Verónica hacían una ronda. Los amigos de Raimundo en camisa, con la corbata desamarrada y el rostro transpirado y semicolorado le hacían movimientos eróticos a la novia al compás del reggetón y algunos movimientos homosexuales a Raimundo. Verónica y Raimundo bailaban entre ellos, se escapaban un rato para bailar con el resto y se volvían a encontrar. De cuando en cuando, paraban para despedirse de algún viejito exhausto que se les acercaba a anunciarles que se iba su casa para dejar “divertiéndose a la juventud”. Lo abrazaban, le agradecían haber venido, le contaban donde se irían de luna de miel, y le agradecían el regalo de matrimonio que era justo lo que les estaba faltando. A eso de las doce comenzaron a llegar los primos universitarios y escolares que se acercaban rápidamente a saludarlos para ir a clavarse al bar abierto en cosa de segundos.


 Entre medio de la algarabía, a eso de la una de la mañana, Raimundo se fue a la barra a pedir una roncola para apagar un poco la sed después de tanto baile y llevarle a Verónica un Aperol que su esposa le había pedido aprovechando el viaje. Mientras le preparaban los tragos, se puso a mirar a una de las auxiliares de aseo que entraba al baño de mujeres. De repente recordó a Doña Inés, su nana de toda la vida a la cual había invitado al matrimonio. Le extrañó no haberla visto en toda la noche y supuso que algo andaba mal. No tuvo demasiado tiempo de reflexionar en aquello pues en seguida lo fueron a buscar cinco amigos, dos de la universidad y tres de colegio, lo cargaron y lo llevaron al medio de la pista de baile, mientras otros cinco hacían lo propio con Verónica. Los pusieron a ambos a bailar entre ellos en altura desde los brazos de los cargueros, mientras otro le daba a beber pisco a Raimundo directamente de una botella que lo hizo mojarse completo. La euforia estaba en su punto culmine y aumento aún más cuando llegaron los cotillones. Entre máscaras, pelucas y sombreros multicolores, estaban todos prendidos a máximo nivel. Raimundo con el alcohol acumulado desde la cena hasta la intensa ingesta de pisco de hacía un rato estaba bastante ebrio:
-¡Y ustedes….quien carajo son ustedes!- Dijo y al instante casi se cae al suelo. Estallaron en risas todos los irreconocibles cotillonizados y la juerga siguió.


  Llegó el momento del lanzamiento ramo. Verónica se paró en la tarima de espalda con las flores. Abajo un grupo de mujeres, algunas veinteañeras y sobre todo treinteañeras reían del jocoso ritual pero esperaban atentas y marcaban sutilmente a codazos su territorio de desplazamiento como jugadores de fútbol esperando un lanzamiento de esquina. La novia lanzó el ramillete que llegó a las manos de una prima suya con un escotado y corto vestido amarillo. Las demás aplaudieron sonrientes y felicitaron a la ganadora comentando al alejarse acerca lo poco que le costaría a la chusca amarilla encontrar novio vestida así.


 Inmediatamente después fue el momento del lanzamiento de la liga en la misma tarima. Antes de ello, Raimundo siguiendo la tradición tuvo que sacar con los dientes la prenda desde la pierna de Verónica. Gritos de euforia de amigos enrojecidos a más no poder. Entre medio uno de ellos que grita “No seai tímido po gueón, hazlo como cuando estuvimos en la despedida de soltero” lo que sólo provocó algunas risotadas nerviosas. Debido a ese tipo de comentarios, bastante reiterados de dicho joven cuando bebía, no lo habían invitado a la despedida de solteros ni de hecho había asistido nunca a ninguna. De cualquier forma, el comentario molestó un poco a Verónica que al escucharlo miró a Raimundo con algo de desconfianza. El novio lanzó la prenda hacia la horda de ebrios que se tiraron a recogerla. Ninguno estuvo en estado de tomarla en el aire y pasaron un buen rato buscándola en el suelo como niños recogiendo dulces de una piñata. Al final el desubicado del comentario encontró la liga y la ostentó como su máximo logro de la noche, y en su fuero interno, del transcurso de su vida.


La fiesta siguió su curso y a eso de las cuatro y cuarto de la mañana, los novios decidieron que era hora de abandonar. Abrazos con los de tiro largo que aún quedaban que les desearon a la pareja lo mejor y que lo pasaran increíble en su luna de miel. Salieron entre medio del aroma a lomitos y café que se estaba repartiendo para el bajón. Camino hacia el vehículo, pasaron por fuera del salón A1 y vieron salir de ahí muy animados y contentos a Alfonso y Constanza, los novios de la otra fiesta de matrimonio que se celebraba esa noche en el centro de eventos. Las parejas se saludaron de lejos y Raimundo y Verónica se dirigieron al auto que los esperaba. En el camino hacia afuera, Verónica sacó su celular y subió a su instagram algunas fotos que había alcanzado a sacar con su cámara telefónica. En seguida y a pesar de la hora, muchísimos comentarios agradeciendo el evento, así como muchos Whatsapp que no había leído de amigas señalándole que la fiesta había estado espléndida y de lo preciosa que se veía. 
         

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