Pablo acompañó a Camila de vuelta
a su casa después del cumpleaños. Vivían cerca el uno del otro así que prefirieron
volver a pie haciéndose compañía a gastar en un Uber. Como muchos jóvenes
universitarios, tenían que cuidar las lucas pues aún quedaba todo Febrero de
vacaciones. Además no vivían tan lejos de Javi, la cumpleañera y su compañera
de curso, apenas a unas quince o veinte cuadras de distancia. La noche veraniega de
frescura agradable caminando por una silenciosa Ñuñoa estival, invitaba a que valiera la pena ese ahorro de dinero en
transporte.

En Elieser Parada con Simón
Bolivar, aumentaron las risas por chistes absurdos que nacían y morían en el
momento. La conversación pelando el cable en un improvisado stand up a dúo paseó
por temas varios; el baño vomitado que había dejado su compañero Julián después
dar la lata toda la noche de su nueva vida budista, lo depresiva que es la
canción cumpleaños feliz, lo estúpido que se ve el cumpleañero mientras se la
cantan, si uno tiene que sentirse mal por tener un sueño sexual con algún
pariente, si eres o no un asesino por haber matado a alguien en un sueño, porqué
todos los profesores de la facultad que criticaban a la derecha vivían en el
barrio alto de la derecha. Hablaron de esos y de otros dilemas existenciales
que desde luego, no se crearon para ser resueltos por nadie, sino para generar
la atmósfera romántica necesaria entre dos jóvenes que se gustaban a morir y
procastinaban evitando la mutua declaración de amor hasta tener la seguridad de
que hacerla sería un éxito a las expectativas de cada uno. Risas, conversa y
roces leves de mano para ir probando cuidadosamente el terreno.
Llegaron a la puerta de la casa
de Camila bastante encendidos con la discusión que comenzó en las dos cuadras
finales acerca de si estaba bien o no agarrarse a un primo. Después de que
Pablo sentenció con un “nosé a mi nunca se me ha pasado por la cabeza en
realidad”, se produjo un silencio largo y tenso. Los dos se miraron parados
enfrente de la entrada. Camila rompió de
repente el silencio:
- Me quiero fumar un wead antes
de acostarme, de una hierba nueva que compré ¿querí pasar y me acompañai?
-¿Pero y tu vieja y tu hermano no
te hacen atao con el wead?
- Se fueron los dos a la playa
ayer.
- Eh…ya bueno….osea…yo no fumo
igual…me da crisis de pánico…tu sabí….pero…osea…igual te acompaño… con un pucho
sip…igual me quedan puchos…yo me fumo el pucho y tu el wead…osea…también si
querí también me podí sacar puchos…no me quedan muchos eso sí…pero no hay
atao…- no supo con qué más rellenar sus
nervios.

-Oka Pabli, entremos- se movió el
cabello hacia atrás con la mano izquierda y con la derecha echó la llave a la
cerradura de la puerta de madera. Entraron y le tomó suavemente la mano a Pablo para conducirlo por las escaleras a su
habitación en el segundo piso.
Se sentaron en la cama. Camila se
paró y sacó de un cajón blanco a los pies de la cama los implementos, armó el
caño encima de la cubrecama celeste y le pasó a Pablo el cenicero que tenía en
su velador:
-jaja…lindo, gracias.-prendió el
caño y le dio una piteada aguantándolo en sus pulmones-¿Y cual sería mi estilo?
-Eh…bueno…nosé…como….sencillo,
pero pela cable…muy…- Camila lo miraba
con sus ojos negros grandes abiertos y expectantes. Pablo tragó saliva, respiró
y se armó de valor para lograr ser más directo mirándola a los ojos:
- Tu pieza… es igual que tú Cami…un
lugar en el que me gusta estar…un lugar en el que me siento a gusto…cómodo…en
el que me encanta como soy cuando estoy en tu piez…en…cuando estoy contigo
Cami.
Se quedaron en silencio
mirándose. Camila apagó el caño en el cenicero. Pablo ganó sitio moviéndose sin
pararse de la cama hacia el rostro de Camila hasta quedar a pocos centímetros
de su boca. Cuando estaban muy cerca el uno del otro Camila, sin dejar de
mirarlo tomó su teléfono celular y rompió el silencio:
-Díctame tu rut- le susurró
despacio.
-¿¿Mi rut?? ¿¿Y pa qué??-
-¡Si Pablo, tu rut!-. Camila levantó
las cejas como intentado que Pablo entendiera.
-Ah…si...si…claro, obvio- sonrió entendiendo a qué se refería
-Dale, dímelo ahora- le dijo
Camila mirando su celular.
Pablo recordó que Camila había
accedido voluntariamente a participar del proyecto “sexo en libertad y
consentido” del Centro de Estudios de Género de la facultad. Se había ofrecido
para ser una de las cien estudiantes universitarias de entre veinte y
veinticuatro años con las que se estaba probando el piloto de la aplicación
“Alpha detector” que de ser exitosa podía llegar a proponerse como una
innovadora política púbica. A cambio de su cooperación, le habían dado una beca
de fotocopias para el siguiente semestre, le rebajaron el arancel en un siete
por ciento por un año y le dieron un completo semanal en la cafetería de la
escuela.

-Bienvenida a Alpha detector. Usuaria
noventa-y-cinco-ha declarado contacto sexual consentido con rut-
diez-y-nueve-tres-cientos- cuatro-dos-tres-raya-uno.
Apareció después un texto en la
pantalla del móvil: ¿Desea consentir inmediatamente relaciones sexuales, o
esperar para consentirlas más tarde?
Camila lo dudó un poco. Puso que
inmediatamente, pero no se lo comentó a Pablo.
En seguida apareció la última
pregunta en la pantalla: ¿Desea activar detector de micromachismo durante la
acción?
Camila suspiró y puso la opción
sí. Debía hacerlo pues era parte fundamental
del contrato para participar del piloto.
La española volvió a hablar
-Detector de micromachismo activado, porfavor, deje su móvil lo más cercano
posible a usted-. Camila dejó el celular en el velador. Después miró a Pablo y
le sonrió:
-Listo.
- Si así veo- sonrió él y se
quedaron mirando en silencio.
- Dame un beso Pablo.
Pablo se acerco y le dio un beso
tímido en la boca. Después otro más osado. Empezó a besar su cuello con pasión.
Se le aceleró fuerte la respiración, entre suspiros excitados le empezó a
susurrar al oído mientras la besaba y le desordenaba el pelo con las manos:
-Eres preciosa Cami…siempre lo haz sido…eres la
mujer más linda del planeta…y te quiero hacer mía Camila…te lo juro…te quiero
hacer mía.
-Siii….hazme tuya- jadeaba ella.
Derrepente la pasión se vió
interrumpida por la voz de la española en el móvil:
-Se ha detectado micromachismo
nivel uno.
Los dos se incorporaron al
instante mirando el móvil. Se quedaron un segundo en silencio. A un metro uno
del otro.
- Eh…si no…eh…perdón…lo que quise
decir es que….no es que te quiero hacer mía Cami…no soy tu dueño, obvio que
no….osea… lo que quiero es que los dos nos hagamos míos… osea suyos… osea
tuyos…osea mio y suyo…osea… que nos... ehh… ¡que nos poseamos mutuamente!…¡Eso
es!... pero sólo mientras dura este rato…para después…eh…dejar de poseernos
porque…eh…ninguno es dueño del otro.
-Si..si…obvio…entiendo- dijo ella
algo desconcertada. Ambos volvieron la vista expectantes hacia el celular.
- Puede continuar- sentenció la
española.

-Me tení loco Cami….me encantan
tus tetas, tu boca mi amor, tu cuerpo… te quiero partir …comerte completa ..te…
Se detuvieron y se alejaron al
instante uno del otro. Pablo se agarró la cabeza con las dos manos y rostro de
tragedia advirtiendo lo que acababa de decir. Se miraron desconcertados.
Giraron al mismo tiempo la vista al celular. La española no tardó en aparecer:
-Se ha detectado micromachismo
nivel dos.
Pablo agachó la cabeza lánguido y
con arrepentimiento. El pene, solidarizando con su dueño, también hacía lo
propio. Suspiró y se incorporó al instante:
-Si perdón… me expresé muy mal… ehh…
quise decir que… quiero…- Camila lo miraba atenta y asentía, alentándolo a
seguir adelante con el arreglo de la situación.
-Si… eh… quiero…. te quiero
partir… partir eh… ¡partir respetándote para que después gocemos!…porque en el
fondo lo que quiero es que quedes exhausta… de tanto placer…
Mirada expectante.
- -Puede continuar- dijo la española.

- Tus tetas ricas Cami, las
quiero solo pa mi- Y se abalanzó sobre ella. Pero el móvil interrumpió
inmediatamente.
-Se ha detectado micromachismo
nivel dos.
Pablo, se alejó de Camila, agachó la cabeza bruscamente. Suspiró.
Suspiró de nuevo. Se tomó la cabeza con una mano. Con la otra empezó a
gesticular para articular una nueva explicación sin levantar el rostro.
-
Si ok….a ver… -suspiro- Tus senos son… tuyos… y
no son para mi placer… que duda cabe de
eso… osea… son… hechos para que puedas eventualmente amamantar y no para mi
placer o el de cualquier otro hombre…
- -Se ha detectado micromachismo a nivel tres.
- - ¿Qué? ¿Cómo? ¿Amamantar dije?....No no no… no
quise decir eso…osea…¡Porqué ibas a querer ser madre!...claro…no…tus senos
son…para ti…para que hagas lo que quieras con ellos…para verte bonita…
- -Se ha detectado machismo a nivel cuatro.
- -¡No verte bonita! ¡No eso!... son para… nosé
para… osea…como tus brazos…o tus piernas…es decir….
Pablo suspiró fuerte, miró hacia
el techo y agachó la cabeza. Notó que abajo entre sus piernas se habían
aburrido de tanta interrupción y buscó un cigarro en su bolsillo, lo prendió y
se puso a fumarlo a los pies de la cama con la cabeza gacha acercándose el
cenicero. Se produjo un instante de silencio. Camila lo miraba tratando de
asimilar la situación con las piernas cruzadas y la espalda apoyada sobre el
respaldo trasero de la cama.
Levantó la cabeza, se acercó a
Camila y se sentó frente a ella en la cama. Apagó el cigarro en el cenicero. Le
tomó la mano izquierda y después de dar un gran suspiro le empezó a hablar con
voz solemne y con una sonrisa mirándola a los ojos:


Camila lo quedó mirando fijo por
unos instantes con sus ojos negros tremendamente abiertos. Lo agarró
con fuerza de la nuca con las dos manos y le clavó un beso larguísimo
metiéndole la lengua hasta la garganta. Después lo soltó, se mordió el
labio inferior, y lo quedo mirando con ojos desorbitados:
- - Hazme mierda hueón- le dijo con los dientes
apretados.
Pablo la miro pasmado. Se sacó la
polera. La empujó hacia atrás. Le rajó la suya. Se le tiró encima. La besó por
toda la cara, le mordió las tetas. Su pene nuevamente erecto. La manoseó con
vehemencia. Camila gritaba de placer.
- -¡A mierda que rico! ¡Hazme regacar hueón!
- -¡Te voy a hacer mierda Cami….te voy a dejar
hecha bolsa!
- -¡Quiero ser tu puta!
- -¡Erís mi putita!....¡Vai a ser mi putita! ¡Mi
maraca…y la conchetumadre!
-Se ha detectado micromachismo
nivel cinco.
-¡Cállate española reculia! - grito
Camila y sin dejar el apasiaonado acto, tomó con la mano izquierda su teléfono
celular y lo tiró por la ventana que estaba sobre el velado. Con la otra mano
pudo sentir cómo algo de su íntima humedad se colaba en el cubrecama.
- ¡Ah…ah…si, si, ponte condón Pablo
mi amor!
- ¡Si, si… me lo pongo altiro!
- ¡Si si!…¡no, no mejor no!…¡no
te lo pongai!
- ¡Decídete por la chucha!
- ¡No me grití conchetumadre…toi
indecisa!
- ¡No te quise gritar!...¡Perdóname
por la mierda!…
- ¡Te perdono conchetumadre! ¡Mejor
dame un beso ahora hueón!

En eso estaban cuando en el lapso
de unos cuantos minutos empieza a sonar insistentemente el timbre. Como desde
la ventana de la pieza de Camila en el segundo piso se alcanzaba a ver la
entrada, se apresuraron ambos a mirar hacia afuera.
-¡Cami que chucha! ¡Ta repleto
afuera de tu casa!...¡Loco, una cuca de los pacos!....Gente gritando….¿Y esa no
es…no es la profe de la…?
-¡CONCHADESUMADRE……LA APLICACIÓN!-
gritó Camila agarrándose la cabeza.
En medio del éxtasis y del
placer, Camila reparó en el terrible error de haber arrojado su teléfono celular
por la ventana. Recordó lo que les pidieron jamás olvidar en la capacitación
del proyecto. Un micromachismo nivel cinco que no fuera reparado en los
siguientes cinco minutos era señal de estar sufriendo algún tipo de ataque
sexual. Era primera vez que esa alerta roja se reportaba en el piloto y su
correcta resolución era clave para el éxito del proyecto. Esto generó las
expectativas suficientes para que toda esa multitud se plantara afuera de la
casa de Camila.
Camila bajó rauda al primer piso
a abrir la puerta para arreglar el malentendido. Pablo le siguió de más atrás
poniéndose la polera mientras bajaba las escaleras quedándose en el portal dentro
de la casa.

A Pablo lo sacaron de la casa
esposado entre dos carabineros y entre luces de reporteros gráficos y un
periodista de la televisión abierta. Menos mal en todo caso que lo sacaron así,
pues si no hubiera sido por los policías, la turba que esperaba afuera lo habría
quemado vivo en el linchamiento.
Después de unos quince minutos en
la van, Camila logró finalmente dar a entender a la psicóloga que su insistente
frase “esto fue un error, aquí no ha pasado nada”, no era un mecanismo de
negación propio del shock del trauma. A Pablo lo soltaron una hora después. A
esas alturas estaba resignándose a pedirle a sus verdugos carcelarios que
utilizaran para castigarlo el preservativo que aún conservaba en el bolsillo.

Su madre, también reportada del
asunto, volvió a las cinco de la mañana de la playa con su hermano. La castigó
sin ir a Chiloé a mochilear por el olor a marihuana que encontró en su pieza.
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