“El poder se expande de manera
capilar”. M. Foucault.

Así que un día, a sus ocho años, Joaquín
atendió a sus circunstancias, aprendió a ponerse rígido y logró aguantar sin
titubear hasta el recreo. Fue el descubrimiento de una fórmula maravillosa;
posición erguida, columna recta, pelvis contraída, manos apretadas y se podía
durar varias horas con la orina retenida.
Terminados los estudios escolares
fue a la mejor universidad, para ser el mejor abogado e ingresar al mejor
estudio. No era fácil soportar la presión que eso implicaba y muchas veces
hubiera querido dejar el derecho y dedicarse a la ciencia política, la carrera
que siempre quiso estudiar. Pero cuando esos sentimientos venían y amenazaban
desbordarlo, recurría a su exitosa fórmula; posición erguida, columna recta,
pelvis contraída, manos apretadas y se podían pasar varias horas de estudio y
memorización de códigos jurídicos.
Se tituló con honores y entró a
trabajar un prestigioso estudio de abogados, la carga laboral era muchísima y
también las expectativas de sus jefes, los socios dueños del estudio. Todo era
para ayer y los clientes por estar dispuestos a pagarle al estudio las horas
que fueran necesarias, eran clientes a las horas que quisieran serlo. No
existía el después del trabajo y muchas veces tampoco los fines de semana. En
esos momentos Joaquín volvía a pensar en la vida que hubiera tenido de haber
sido cientista político; analista de algún medio, eminente escritor o académico,
consultor de algún organismo internacional quizás. Pero se sacaba de la cabeza esos
angustiosos pensamientos ocupando su fórmula ya probada; posición erguida,
columna recta, pelvis contraída, manos apretadas y se podían pasar diez horas
de corrido arreglando contratos, tramitando posiciones efectivas, revisando escritos, hablando con clientes y resolviendo todo tipo de litigios.
Con el tiempo llegó a convertirse
en socio del estudio porque después de acostumbrarse a soportar tantas horas
sentado, su trabajo resultaba ser sumamente productivo. Era un jefe trabajólico
y muy exigente con sus empleados. Todo era exigencia. Marta, su secretaria,
aprendió a trabajar horas extras, a tener todo perfecto, a acostumbrarse a ese
ritmo de trabajo. Para eso, en los momentos de flaqueza, cuando estaba a punto
de llorar, ella encontró una excelente fórmula; aprendió a ponerse rígida: posición erguida, columna recta, pelvis
contraída, manos apretadas y se podía durar varias horas haciendo los informes
de su jefe y aguantando sus ataques de rabia.

Así que desde ese entonces, cada
vez que Carlitos tenía ganas de orinar en las noches encontró una fórmula
genial, se ponía rígido; posición erguida, columna recta, pelvis contraída,
manos apretadas y se podía durar varias horas con la orina retenida.
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