miércoles, 6 de marzo de 2019

EL DEBATE





Paola llegó ese Jueves a su casa desde colegio a eso de las seis. Su madre había partido hacía como una hora a su turno nocturno en el servicentro de la bomba bencinera ubicada en Providencia. Su abuela se encontraba en el culto evangélico. Su hermano quién sabe donde y mejor era no saberlo. Su padre manejando un taxi por Santiago o a lo mejor aún trabajando en la Zona Franca de Iquique, hace tiempo que no se enteraban.  Sacó de la mesa del comedor un pedazo marraqueta de las tres que su madre le había dejado puestas en la panera para que se hiciera once cuando llegara y se dirigió a su pieza mascando el trozo de pan. 


Se sentó sobre su cama sin sacarse la mochila con el jumper y los pies juntos. Miró sobre su velador la foto que tenía de ella misma en su cumpleaños de dos años. Era una niñita de cachetitos gordos que sonreía, la cara manchada de torta y un gorrito de cumpleaños.  La había sacado su abuela y la tenía hacía mucho guardada en un viejo álbum. Decidió enmarcarla y regalársela a Paola para su cumpleaños de dieciséis que había sido la semana anterior.



Dos días antes de su cumpleaños la adolescente les contó a su abuela y a su Madre que estaba embarazada de casi un mes. Consideró estratégico contarlo dos días antes para que así los ánimos se aligeraran un poco el día en el que se festejaba su nacimiento. 



Probó la misma estrategia contándoselo por Whatsapp a su su semi-pololo-amigo con ventaja con estatus de es complicado en face. Pensaba que si le mandaba un Whatsapp y le daba cuarenta y ocho horas para digerirlo, él al menos le respondería saludándola para su cumpleaños y aprovecharía de decirle algo al respecto del audio de cinco minutos con el que Paola decidió ponerlo al tanto de que se convertiría en padre. 

A pesar de que el mismo día de su envío el audio estaba marcado en azul, no recibió ni para su cumpleaños ni días después ningún tipo de respuesta del joven.


Y es que a propósito de festejos de cumpleaños y nacimientos, Paola tenía una importante decisión que tomar antes de la fecha crítica. La ley de aborto legal y libre a partir de los dieciséis años y con interrupción tope antes de las diez semanas de embarazo, había entrado desde hacía tres meses en vigencia. El Estado Chileno debía garantizar la interrupción del embarazo como prestación en la red pública de salud. Paola con sus cuatro semanas de embarazo y sus dieciséis recién cumplidos podía elegir abortar.

Se sentía raro tener que decidir sobre eso. Se sentía raro tener que decidir sobre algo. No decidió el consultorio que le tocó. No decidió el hospital asignado para parir o interrumpir su embarazo. Por su comuna de residencia que tampoco decidió, correspondía al Hospital Padre Hurtado.  No decidió qué aspectos de su vida debían ser problemas privados y cuales debían quedar registrados en informes sociales, en la ficha de protección o en el registro social de hogares. Eso lo decidía la municipalidad, el consultorio o la trabajadora en su visita domiciliaria mensual.


Pero de repente resulta que podía y debía decidir sobre seguir o no con este embarazo no planificado. Podía y debía decidir sobre su cuerpo.  

La Trabajadora social, esa profesional que les decía qué papeles juntar para el subsidio, adonde tenían que ir para la asignación, con quien debían hablar para el bono Marzo, qué cosas tenían que hacer como familia para evitar que su hermano volviera a desertar del colegio, esa profesional que fijaba las metas anuales que debían cumplirse y registrarse en el sistema para ese núcleo familiar, resulta que el día anterior en su última visita domiciliaria le había tirado esa frase insólita; “Será tu decisión porque cumpliste los dieciséis y hemos logrado como sociedad Paola que, cualquiera sea tu decisión el Estado la apoye”. ¿Qué chucha era eso? ¿Otro paro de la salud? Parecía como si de un momento a otro la profesional visitadora ya no quisiera hacer su trabajo. Como si se hubiera tirado a huelga frente a las narices de Paola.


Seguía con la mochila puesta sobre la espalda y sentada en la cama en la misma posición. Paola miró hacia la planta de lenteja que tenía en el velador al lado de su foto. La había plantado en un vasito y sobre un algodón en el colegio en el ramo de naturaleza cuando estaba en sexto básico. Después a fin de año, sus demás compañeros botaron sus plantas y algodones a la basura, pero ella decidió llevarse la suya a su casa, la puso en un macetero pequeño y la cuidó desde ese entonces. Eso lo había decidido ella. Esa plantita le recordaba que ella podía decidir, que alguna vez lo había hecho. La plantita no formaba parte de ninguna decisión que había tomado la visitadora. No estaba registrada en ninguna ficha o informe. Estuvo a punto de caer en el registro cuando la trabajadora le preguntó en una de sus visitas si era cannabis, pero después de asegurarse de que no lo era, la planta pasó al olvido en el espectro psicosocial de ese hogar vulnerable, y quedó como algo propio y suyo de lo que el sistema de protección no estaba enterado.  Se tocó el vientre y mientras la miraba suspiró y pensó “Si pudiera ser una lentejita”.


Se sacó la mochila dejándola sobre la cama, se puso de pié, se ajustó el jumper que se había subido un poco al levantarse, se dirigió al pequeño living comedor de la entrada y prendió la televisión. En seguida tomó el celular y mandó un Whatsapp a su amiga Raquel ¿Cuál era el canal del programa que me dijiste?. Su amiga le respondió y lo sintonizó rápidamente. El programa estaba empezando.
Era un programa de debate acerca del tema del aborto. Debatirían los pro vida y los pro interrupción del embarazo. Paola nunca se había interesado mucho en ese tipo de programas, pero dada sus circunstancias pensó que era una buena idea mirarlo para orientarse un poco. Se tumbó sobre el sofá y se puso a ver la tele.


Recién había comenzado. El animador saludó a la audiencia y presentó a ambos grupos, los pro aborto a la izquierda y los pro vida a la derecha. Cuando fueron anunciados, cada grupo elevaba sus pañuelos, verdes en el caso de los pro aborto y  celestes en el caso de los pro vida. Cada grupo había ido vestido además de los colores respectivos y cuando fueron anunciados, lanzaron globos desde sus sectores con los coloridos correspondientes. En la galería central del estudio televisivo se encontraba el público que al final del programa con sus tecleras, haría las veces de jurado para decidir cual de los dos había ganado la contienda.




El director tras cámaras puso la canción de la película Rocky y el animador al instante anunció el comienzo del primer round.  Se paró en el podio central la primera chica que hablaría por el equipo de los celestes. Su alocución se centró básicamente en referirse a unas fotos que iba proyectando en grande en la pantalla trasera. La primera era una foto de un pequeño feto, la segunda era de otro feto igual de pequeño y con los brazos y pies cortados. La tercera era del mismo feto  aún más horroroso y mutilado. Acompañaba las imágenes con frases de que eso era lo que se había aprobado en Chile, de que eso era lo que se estaba haciendo en los hospitales en estos momentos. El público aplaudió impactado la entrada del grupo celeste. El grupo percibiendo la positiva acogida del público celebró con gritos próvida el éxito de su incursión inicial.



En seguida el animador anunció el turno del equipo verde no sin antes agregar que después de ese comienzo de los celestes, los verdes la tenían difícil. Se instaló en el podio la primera chica que debatiría por los verdes. También apeló a la estrategia audiovisual. A medida que hablaba, puso fotos de niños desnutridos, de casas precarias en las que se podía ver durmiendo a doce personas en campamentos, después una imagen de las casas del barrio alto santiaguino para advertir el contraste. Inmediatamente, algunas fotos de mujeres en marchas feministas. Cerró con la reflexión acerca de por qué el barrio alto de este país tenía que decidir sobre los vientres del resto de las mujeres.








El público conmovido aplaude con fuerza y los verdes alegres comienzan a gritar algunas consignas feministas. Van a la primera tanda comercial. Paola se puso a pensar en por qué la gente de plata tendría que decidir sobre su cuerpo, pero también se puso a fantasear que la matrona le entregaba a su hijo en pedazos como la foto del feto que mostraron. Se sacudió la cabeza para alejar de sí esa horrible imagen.  Acomodó un poco su posición en el sofá y a pesar de estar sola, se bajó el jumper que en el relajo se le había ido demasiado arriba mostrando la pantaleta. Continuó viendo el programa.


De vuelta de la tanda, el animador después de decir que el debate estaba al rojo vivo, anuncia el comienzo del segundo round. Esta vez se pone enfrente del podio otra de las chicas del equipo celeste. Comienza a hablar de que entendía perfectamente que asumir un embarazo no deseado era difícil, ella era mujer. Pero que también pensaba que si su madre hubiera sido egoísta y sólo hubiera pensado en si misma, nunca hubiera conocido a los siete maravillosos hermanos que tenía. Y no sólo maravillosos por lo buenas personas que eran, sino también porque todos eran excelentes profesionales que aportaban hoy día a una sociedad mejor desde instituciones como Techo, Desafío Levantemos Chile o desde el gobierno. –¡Y además son minísimos!- Intervino desde el equipo celeste una de sus compañeras y todo el grupo rió del jocoso comentario.



 Concluyó señalando que en lo mucho que había recorrido Chile durante vacaciones, misiones y trabajos, había llegado a la conclusión de que la mujer chilena era por naturaleza buena y pro vida, y que lo que se estaba haciendo con esta ley era pervertir esa naturaleza. Los celestes aplaudieron fuertemente la intervención y también lo hizo gran parte del público. 

   
En seguida tocó el turno para la intervención del equipo verde. Se paró enfrente del podio la segunda chica de este equipo. Comenzó a hablar sobre el vientre de la mujer, de que no era una empresa privada, que el cuerpo de la mujer chilena no era la Minera Pelambres ni el Parque Tantauco, que la derecha no tenía porqué seguir decidiendo sobre sus cuerpos. Que sus cuerpos no eran propiedad privada de nadie salvo suya. Aprovechó de criticar la propiedad privada. 

Dio cifras de mujeres maltratadas, acosadas y violadas y aseguró que esta ley que se había aprobado era una batalla ganada al patriarcado capitalista neoliberal. Terminó haciendo mención al conflicto mapuche. Gran ovación de sus compañeros de equipo. La fuerza, fluidez y convicción con la que habló le hizo ganar además el aplauso del público.


Terminado el round, el animador anuncia la intervención que estaba estipulada para ese momento del programa de una invitada, médico doctora en bioética que no se encontraba en ninguno de los dos equipos sino que esperaba entre el público. La médico habló de la complejidad del tema y sus distintas aristas. No pudo terminar su contundente ponencia pues tuvieron que ir a la siguiente tanda comercial.


Paola aprovechó los comerciales para hacerse un pan con mantequilla. Abrió el refri y le puso a su marraqueta una torreja de mortadela jamonada que quedaba. Volvió a instalarse frente al televisor.


Retornaron a la tercera y última tanda del programa. El conductor animó a cada equipo a dar un fuerte grito con sus respectivas consignas y pasó a anunciar el tercer round que consistía esta vez en preguntas del público y también llamados telefónicos de la audiencia. El teléfono apareció rápidamente en la huincha inferior de la pantalla. Paola dejó su pan de mantequilla y mortadela a un lado, tomó su celular y sin pensarlo mucho ni saber porqué lo hacía, marcó el número del programa. Al tercer intento logró comunicarse y hablar con el conductor:

          -Hola, cual es tu nombre y de donde nos llamas
          -Hola, soy Paola y llamo desde…Puente Alto-  Mintió para que nadie la reconociera.
            -Paola, dinos para cual de los dos equipos es tu pregunta y cuéntanos lo que quieres preguntar
          -Para el equipo…ehh…el verde…
          Equipo verde entonces. Ok Paola, pregunte nomás
         -Resulta que…osea…es que yo tengo dieciséis y estoy embarazada...entonces- Se quedó en blanco presa de la angustia y no supo qué más decir…
         -Entonces qué pues Paolita…apúrese que el tiempo aquí en televisión es oro
        -Si perdón…osea es que…quiero saber…mi pregunta es…es que yo…qué tengo que hacer yo…qué hago yo…gracias…eso- Cortó la llamada muerta de vergüenza.


Se produjo un silencio en el estudio. El animador se encogió de hombros. El equipo verde se miraba con un poco de desconcierto. La chica del equipo verde que había expuesto en la tanda anterior tomó entonces el micrófono:

-      -Hola amiga Paola, gracias por tu pregunta. Mira, tienes que estar sumamente tranquila. Lo que tienes que hacer es dirigirte al consultorio que te tocó ahí donde vives y que ahí te orienten para que sepas cuales son los pasos que debes seguir para realizar la interrupción de tu embarazo. El Estado chileno debe asegurarte por ley la prestación con todas las garantías de salubridad correspondientes. No te dejes amedrentar por nadie que te haga tomar una decisión que tu no quieras. ¡Es TÚ decisión Paola, la de nadie más!. Ni los médicos ni las matronas ni nadie puede decidir por ti. No te dejes presionar, eres libre. ¡Ánimo amiga y el mejor de los éxitos!

   
Surgieron algunas preguntas telefónicas más y confrontaciones de los equipos con algunas personas del público. En una de ellas, una miembro del equipo verde acusó a una señora del publico de violencia estadística por dar estudios con cifras de suicidios de mujeres que habían abortado. Hubo instantes en que hablaban de a cinco de un lado y otro, revisión de algunos tweet y finalmente el momento de la decisión del equipo ganador. El animador antes de que el público emitiera su veredicto agradeció la enorme sintonía y la gran cantidad de tweets que con el hashtag #debateleyabortotv, había convertido al programa ese día en trending topic de tendencias. En seguida alentó a los presentes a realizar su votación a favor de alguno de los dos equipos:
        
         -Tomen sus tecleras…y deeeeesde ahoraaaa….yaaaaaaaaaa.

La votación del público apareció en la pantalla. Había estado bastante estrecha, pero con un cincuenta y cinco por ciento de las votaciones, los verdes habían ganado el debate. El equipo verde se abrazó, nuevamente elevaron globos de aquel color y comenzaron a cantar el yingle del aborto legal que circulaba desde hacía algún tiempo en las redes, que como buenos chilenos habían copiado a las feministas argentinas, que como buenas argentinas, habían copiado de una canción antigua italiana.


Eran las nueve de la noche. El equipo verde salió de los estudios televisivos en el barrio de Bellavista con dirección a un local de la calle Lastarria para celebrar el triunfo y hablar de lo que se venía. Se fueron repartiéndose en tres autos. Antes pasaron a una bomba de Providencia a echar bencina a dos de los vehículos. Aprovecharon de comprar mentitas y cigarros en el servicentro de la bomba. La madre de Paola les dijo que no quedaban cigarros mentolados así que tuvieron que conformarse con cajetillas de azules.


En el pub de Lastarria mientras tomaban pisco sour y reenviaban por sus distintos teléfonos celulares la noticia del triunfo en el programa subiéndola a face, twitter e instagram, conversaron de los pasos a seguir en las próximas tomas universitarias, criticaron al gobierno actual, pelaron al equipo celeste y algunas le coquetearon un poco al apuesto garzón que las atendía. El muchacho, algo inhibido con las poleras estampadas con consignas de no al piropo que varias llevaban puestas, prefirió mantener las distancias.


Paola apagó la televisión, retornó a su habitación, prendió la luz pues a esa hora ya estaba oscuro y se volvió a sentar sobre su cama. Volvió a mirar su foto, volvió a mirar su planta. Estaba sola, aún no llegaba ni su hermano ni su abuela. Estaba sola. Había estado sola toda la tarde. Se puso a llorar sin saber porqué. Se puso a llorar sola, porque estaba sola, aún no llegaba ni su hermano ni su abuela. 


Se puso a pensar. Tenía miedo de que lo que tuviera adentro fuera un hijo. Tenía miedo de que no lo fuera. Odiaba al padre de su hijo por no estar. Le daba pánico que se apareciera. Deseaba que hubiera sido él el que hubiera quedado embarazado. No quería ni que por un segundo fuese él quien pariera a su hijo. Vuelta a preguntarse si lo que tenía adentro era un hijo. Vuelta a tener miedo de que lo fuera. Vuelta a tener miedo de que no. Miedo de ser madre. Miedo de no serlo. 



Odiaba al equipo verde. Odiaba al equipo celeste. Odiaba al animador. Odiaba ser mujer. Odiaba a su padre. Odiaba a los hombres. Odiaba a su madre y a su abuela. Las quería a ambas ahí con ella en ese mismo momento para abrazarlas y sentirse acompañada. Le daba pena lo que tenía adentro y le daban ganas cuidarlo, de protegerlo a toda costa como si fuera lo más importante del mundo. Quería ir al baño y  poder mear o cagar lo que tenía adentro para que se le saliera de una buena vez.


Miró su plantita de nuevo. “Si pudiera ser una lentejita”. Se restregó los ojos y se fue a hacer otro pan de mortadela jamonada con mantequilla.




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