Se conmemoraban esa noche los
diez años de la muerte del estudiante de la universidad asesinado por la
represión policial en las protestas estudiantiles. No recordaban exactamente su
nombre, al parecer se llamaba Víctor. Murió de un aneurisma cerebral en su casa
el cual fue provocado por la tensión nerviosa que la violencia fascista ejerció
sobre él y sus compañeros horas antes durante las manifestaciones. A diez años
de su fatídico deceso, las cosas seguían igual: la misma represión y las mismas
injusticias, más y más estudiantes que ingresando cada año a la educación
superior se daban cuenta del mundo en el que estaban, de la triste sociedad que
se estaba construyendo. El sacrificio de Víctor había sido en vano. Un mártir
sin causa muerto por las garras del monstruo neoliberal. La conmemoración de su
muerte no podía ser un simple intento de recuerdo u homenaje, debía ser una
instancia de reivindicación de demandas sociales y estudiantiles. Los chicos lo
tenían claro y, en vísperas de la toma, estaban dispuestos a que nadie olvidara
a Víctor -si es que así se llamaba- y lo que su muerte simbolizaba.
Las seis con quince minutos. La
última semana de Marzo conservaba aún el clima estival, por lo que la espera
hasta la noche no sería particularmente dura. El grupo que ingresaría a la
bodega subterránea estaba listo para la acción. Una vez que vieron el patio
central un poco más desierto, corrieron raudos hacia la oscura escalera de
siete metros de profundidad que conducía a la puerta subterránea. La
encontraron entreabierta, siempre estaba así a esa hora, ya lo habían estudiado.
Ingresaron despacio los seis, de
uno en uno. Sergio, el último en entrar, volteó a ver hacia arriba y su mirada
se topó con la de la señora Julia, una de las mujeres encargadas del aseo en el
turno de la tarde. Ella lo observó desde la parte superior de la escalera sin
decir nada. Sergio pudo sentir en la mirada de la mujer una complicidad de
clase. Ese código en los ojos obreros que sólo los oprimidos conocen cuando se
habla con el lenguaje de la lucha, con el lenguaje de la revolución. El joven
pudo leer en la mirada de Julia ese “adelante, lo están haciendo por mí, por
mis hijos y por mis nietos, por Víctor, por nosotras, por todos”. El joven
asintió con la cabeza hacia Julia y entró a la bodega cerrando la puerta.
Las seis con treinta y dos
minutos. La señora Julia se dirigió enseguida donde Don Elmer, el guardia de la
entrada que estaba de servicio a esa hora:
-Hola Don Elmer, sabe que recién
vi a unos estudiantes que entraron a la bodega del aseo, yo supongo que pa’
tomar o fumar o quien sabe qué. Y yo los miré no más, pero no les dije nada
porque usted sabe como se ponen. El problema es que entraron y cerraron la
puerta, y esa puerta sólo puede abrirse con la llave, no tiene manilla para
abrir por dentro. Yo por eso la dejo junta en la tarde cuando hago aseo.
- ¿Cómo? ¿Se quedaron encerrados
entonces? Pero y la llave, ¿quien la tiene oiga?.-
- Es que ese es el problema pues
Don Elmer. La copia de esa llave se perdió hace mil años y la única que tiene
llave de eso es la Vinka, pero la Vinka se fue hace como media hora a su casa.
- Chuuuuu- Dijo don Elmer
agarrándose la cabeza.
- Hay que llamar a un cerrajero
nomás Don Elmer.
- No oiga, qué cerrajero, lo
llamo y después la Universidad me sale con que porqué no había copia de la
llave o no se qué y me descuentan a mí del sueldo el arreglo.
- Bueno y ¿qué vamos a hacer
entonces?.
- A ver, ¿tiene el teléfono de la
Vinka? Llámela pa’ que se devuelva. Yo creo que la pillamos todavía en el
metro. Le pagamos un taxi por último a la vuelta. De todos modos sale más
barato que pagar el cerrajero.
La señora Julia sacó su celular y
le mandó un audio a Vinka por Whatsapp. Entretanto, los chicos esperaban
ansiosos adentro de la bodega el momento del ataque una hora antes de
medianoche. A esa hora según lo acordado, saldrían los tres grupos de sus
escondites gritando alguna consigna que acordarían por Whatsapp durante las
horas de espera. Una opción era salir gritando: “¡ésta es la toma por el
compañero Víctor!”, pero tenían que confirmar que se llamaba así. De todas
maneras había tiempo para eso. La otra opción era salir cantando alguna canción
de Quila, de Sol y Lluvia o algo de ese género. Pero no se sabían casi ninguna.
De todas formas había tiempo también para buscarla en Youtube y aprenderla.
Las siete con veinte minutos. El desafortunado
grupo de estudiantes que se encontraban adentro de la bodega de aseo, además de
estar encerrados sin saberlo, se dieron cuenta al poco tiempo de que adentro de
su escondite la señal no tomaba los teléfonos celulares, por lo que no podrían coordinarse
con sus compañeros que esperaban en los otros dos puntos. Por desgracia, no
tener esa comunicación les impedía enterarse de que el grupo de la sala de
laboratorio se había quedado tomando y fumando en la plaza aledaña a la universidad
y finalmente no llegaron a su punto de operación. Al grupo de la biblioteca les
salió a último minuto la tocata de un compañero y tampoco se quisieron quedar.
Siete con cincuenta minutos. La
señora Julia escuchó con atención el audio de respuesta de su compañera:
- Ya, resulta que la Vinka no va
a volver na’ don Elmer, tiene que estar a las ocho en su casa para cuidar a su
nieto. Pero me dijo que va a ver si manda las llaves con alguien.
- Pfffff…ya, bueno, veamos qué
pasa. Yo creo que hay que ir abajo no más a ver en qué andan estos chiquillos.-
Señaló Don Elmer.
- Sí, yo creo que es bueno Don
Elmer que nos den sus nombres por si la Vinka se demora en mandar a alguien pa
poder…nosep…avisar en sus casas al menos…mire que allá adentro no hay señal de
celular, están incomunicados.
Ocho con diez minutos. Se
dirigieron a la puerta de la bodega. Don Elmer bajó la escalera, le dijo a Julia
que esperara arriba. Gritó fuerte hacia adentro pegando el rostro a la gran
puerta gris:
- Chiquillos, están encerrados y
no hay señal de celular, estamos tratando de resolverlo-. La puerta era gruesa
y de un concreto sólido, lo cual impedía que el intercambio de palabras hacia adentro
de la bodega fuera fluído.
- ¿Quién es? ¿Qué está diciendo?-
Preguntó desde adentro Paula asustada.
Sergio que estaba más cerca de la
puerta volvió la cara con espanto hacia sus compañeros:
- Es la voz de un paco, algún
tira, o alguien de inteligencia, nosé. Sapearon la operación. Dice que nos
encerraron y que cortaron la señal de celular
- ¡Por eso no llegaba la señal de
celular aquí! ¡La cortaron ellos!- dijo Gonzalo angustiado. Sergio se volvió hacia
la puerta gritándole a su interluctor para confirmar la sospecha:
- ¿¿Entonces ustedes fueron??-
- Este cabro qué se habrá fumado-
Pensaba Don Elmer -¿Cómo vamos a haber ido nosotros a buscar la llave si estoy
aquí hablando con él?- ¡No, no fuimos nosotros!- Le respondió- ¡Pero gestionamos para que alguien lo hiciera!
- Sí compañeros, mandaron a
alguien a que cortara la señal de teléfono- Se volvió Sergio al grupo.
- ¡Conchasumadre!- Paula se puso las dos manos en la cara y los
ojos se le humedecieron. Gonzalo la trató de tranquilizar poniéndole una mano
en el hombro.
-Pero no puede ser-. Intervino Gilda.
-Claro que puede ser - Intervino
Héctor sentado en el suelo desde un rincón mirando al infinito con voz solemne.
-Es lo primero que hacen estos grupos de inteligencia, cortar las
comunicaciones, hay mil historias de lo mismo. En El Salvador, en Argentina, en
Brasil, en El Congo, aquí en Chile- El ambiente dentro del grupo era de muchísimo
miedo.
Don Elmer escuchaba voces adentro
pero no lograba oír bien lo que decían. Volvió a hablarles pegado a la puerta:
- Chicos, no sabemos cuanto rato
pueden estar acá adentro. Necesito comunicarme con sus familias para no
preocuparlas. ¿Me escuchan? ¡Necesito datos para comunicarme con sus familias!
- ¿Escucharon eso verdad?- Dijo Camila con ojos desorbitados de terror.
Paula se agachó tomándose las
rodillas con los antebrazos y los ojos llorosos mirando a la nada
- Hijos de puta…con nuestras
familias no…con nuestras familias no…con nuestras familias no fascistas
conchasdesumadre….los que estamos peleando esta guerra somos nosotros…con
nuestras familias no…
Gilda y
Sergio también empezaron a llorar.
Ocho con treinta y siete minutos.
Don Elmer alcanzó a escuchar algunos llantos. Eso lo preocupó y pensó que algo
podía estar mal:
- A ver chiquillos, cálmense,
todo va a salir bien. Miren, entiendo que no quieran preocupar a sus familias,
pero al menos necesito saber quiénes son los que están ahí adentro. Puedo
buscarlos en la base de datos del sistema y, sólo en caso de que haya pasado
mucho rato nos comunicamos con sus casas. Pero al menos denme sus nombres….Me
escuchan…¡Sus nombres chicos! ¡Necesito sus nombres! ¡Los nombres de cada uno
para buscarlos en la base de datos!-
- Quiere que les demos nuestros
nombres, que de todas formas ya nos tienen en sus bases de datos- Intervino
Sergio.
- Tal vez sea lo
mejor…entregarnos- Intervino María.
- No sé…a lo mejor tenemos que
empezar a negociar- Señaló Gonzalo.
- Tal vez ya tienen a los otros
dos grupos- Agregó Paula…
- ¡Es que no entienden!- Gritó
Héctor desde su rincón. -¡No saben quienes somos! ¡Nos están
amedrentando!...¡Por ningún motivo hay que darles nuestras identidades!...¡Son
profesionales del terror compañeros! ¡Saben cómo amedrentar!
Se produjo un instante de
silencio. De repente, Sergio se paró con firmeza y gritó con vehemencia mirando
a la puerta:
-¿¡Quieren saber quienes son los
que estamos aquí adentro!? ¿¡De verdad quieren saberlo facistas
conchasdesumadre! ¡Entonces se los diremos!? ¡Aquí adentro está la justicia!
¡Aquí adentro está la revolución! ¡Aquí adentro está el mañana!-
-¡Aquí adentro está la lucha!- Se
paró Paula firme.
-¡Aquí adentro está la esperanza!-
La siguió Gonzalo.
-¡Aquí adentro está la lucha y la
esperanza!- Empezaron a gritar todos -¡Aquí adentro está la lucha y la esperanza!-
Don Elmer frunció el ceño pegado
a la puerta y empezó a murmurar:
- La Lucha, la Esperanza… ¿Pero
estos pendejos se creerán que con esos nombres puede uno buscarlos en el
sistema?…definitivamente se están fumando algo allá adentro- Se volvió a
dirigir a ellos- ¡A ver chicos…es que así no se puede! ¡Sean más precisos! ¡Necesito
apellidos también! ¡Esperanza cuanto! ¡Lucha cuanto! ¿Me escuchan? ¡Esperanza
cuanto! ¡Lucha cuanto!
-¿¿Cuánto de esperanza?? ¿¿Cuánto
de lucha?? …nosé…toda la que sea necesaria- Dijo Sergio con voz profunda
mirando hacia el suelo.
-
Chiquillos en serio, ¡no me pueden venir con que está la Lucha y la
Esperanza! ¡Con eso no se puede hacer nada!…¡De verdad necesito que se pongan
serios!- Gritó nuevamente Don Elmer.
- Que no se hace nada con la
lucha y la esperanza, que nos pongamos serios- Informó Sergio a los demás desde
la puerta.
- ¿Porqué hacen esto? ¡¿Porqué
nos están haciendo ahora esta tortura psicológica?!- Intervino Paula secándose
las lágrimas…
Todos miraron hacia el rincón
donde se encontraba Héctor, que sentado mirando hacia la pared parecía estar elaborando
una certera respuesta.
- Porque así los entrenó la CIA
en la Escuela de las Américas- Dijo. –Ya no se trata de torturas o dolor
físico, se trata de destruirte por dentro, de cagarte la psiquis hasta que no
puedas más y te entregues y entregues toda la información necesaria
Ocho con cincuenta minutos. Se produjo un silencio sepulcral en el interior. Sergio retomó la palabra:
- ¿Y son capaces de destruirnos
por dentro? ¿O somos capaces de resistir hasta dar la vida por esto
compañeros?...Creo que es buen momento de decidirlo
Otro gran silencio. Paula lo
rompió derrepente:
- Estoy cansada de ver pasar mi
vida y que las cosas no cambien, de la represión, de la tortura a la que somos
diariamente sometidos en este neoliberalismo infernal, donde somos un número,
un código, y con suerte saben cómo te llamas en la universidad, en las tiendas,
en los bancos…Víctor dio su vida por esto.-
- Parece que se llamaba Andrés
según me dijeron- Aclaró Gilda.
- ¡Da lo mismo! ¡Como sea que se
llamara! ¡El nombre no importa!- Replicó Paula. ¡Lo que importa es que dio su
vida por esto, por una sociedad mejor!….¡Tenemos que seguir esa lucha hasta
donde sea necesario!…¡Si voy a seguir viviendo en una sociedad como esta,
prefiero no vivir!-
-Ni yo- Susurró Gonzalo
- Ni yo- Le siguió Gilda.
- ¡Entonces hay que resistir
compañeros! ¡Todo lo que sea necesario!- Dijo Sergio y empezó a tatarear la
canción de Quila…cada vez más fuerte, los demás le siguieron…
Nueve con veintitrés minutos. Don Elmer al escuchar que cantaban adentro se alivió un poco y aprovechó la chance para ir un rato arriba a fumar un cigarro y preguntarle a la señora Julia qué pasaba con la llave:
- No sé, no me ha dicho nada más
la Vinka Don Elmer, y yo ya me tengo que ir, hace media hora que salí de mi
turno. No quiero llegar tan oscuro a la casa.
- Si la entiendo- Dijo Don Elmer
prendiendo su cigarro- Vaya nomás doña Julia, déjeme eso sí el número de la
Vinka para seguirme comunicando yo con ella a ver si mandó a alguien con las
llaves.
- ¿Y los chiquillos cómo están
abajo?-
- No sé- Dijo Don Elmer
agarrándose la cabeza y botando el humo. – La comunicación hacia adentro es
bien mala. O a lo mejor andan volados, vaya a saber uno, pero creo que no
escuchan bien lo que uno les dice…
- Mmm…si po’, esa puerta es súper
gruesa, apenas se escucha pa’ afuera. Me acuerdo que por eso sacaron las
manillas y dejaron que se abriera a pura llave…antes iba mucho estudiante a tener
relaciones sexuales adentro…como nadie los escuchaba…cuando pillaron una vez a
unos , se acabaron las manillas…- Se quedó un rato pensando y prosiguió -Oiga
Don Elmer, ¿sabe?….adentro en la bodega hay una radio a pilas ahora que me
acuerdo…creo que está detrás de unas cajas…la señal de esa radio llega bien
porque a veces la ocupamos pa’ escuchar música con las chiquillas ahí adentro…a
lo mejor puede servir de algo, no sé…
- Mmm…una radio a pilas- Repitió
Don Elmer pensativo. - ¿Qué hora es doña Julia?-
- Diez con cinco-
- Mmm, fíjese Doña Julia que están
dando justo ahora el programa este nocturno de la radio Bío Bío, que van
conversando y entre medio llama mucho taxista y gente de todo Chile avisando de
tráfico, de choques, cortes de luz y todo eso. Yo siempre lo escucho aquí cuando
hago el turno ¿y si derrepente llamamos pa que avisen a estos chicos que no se
preocupen?-
- Oiga no sería mala idea Don
Elmer. Pero tendría que decirle a los chiquillos que busquen la radio y la
prendan. Estoy casi segura que está detrás de unas cajas en el rincón del fondo,
ahí la dejamos la última vez, y las pilas todavía funcionan porque no la
ocupamos mucho.
Diez con veintiseis minutos. Don
Elmer tiró el segundo cigarro al suelo y volvió a bajar rápidamente las escaleras
de la bodega pegándose a la puerta:
- Chicos, yo de nuevo, espero
esté todo bien. Necesito que busquen una radio que está por ahí detrás de unas
cajas al fondo. – Volvió a tomar aire para gritar fuerte -¿Me escuchan? ¡La radio!-
Sergio se quedó pegado mirando a
la puerta sin decir nada.
- ¡¿Qué está diciendo el paco po
Sergio?! ¡Habla! Le preguntó Gonzalo con impaciencia.
Sergio voltió hacia sus
compañeros.
- Llegó la prensa compañeros. ¡Esto
está trascendiendo!. Está la radio, a lo mejor también la televisión.-
- ¿Qué radio es la que llegó?
–Preguntó Héctor con suspicacia.
- ¿Qué radio es?- Gritó Sergio
hacia afuera.
- ¡La Bío Bío!, ¡Es la Radio Bío
Bío!- Gritó Don Elmer de vuelta.
- La Bío Bío compañeros. La de
los fachos que hablan en contra de los partidos de izquierda.- Sentenció
Sergio.
-Chucha- Dijo Gilda.
- ¿Y qué hacemos?- Preguntó María.
- No podemos dar ninguna
información a esta prensa chilena sesgada- Dijo Héctor con firmeza desde su
rincón- ¡Vamos a ser carne de cañón!, ¡nos van a perseguir mediáticamente!
Paula volvió a llorar amargamente
poniéndose las manos en la cara:
- Ni ahí loco…ni ahí con salir de
aquí y seguir viviendo en este país donde me van a estar persiguiendo
políticamente…la gente de la derecha hablando de nosotros todo el tiempo…la
prensa de la derecha persiguiéndonos…no vamos a poder vivir así…no es vida…no
es vida…-
Once y un minuto. Don Elmer
notaba que no había mucha acogida a su petición adentro. Decidió retomar
entonces la comunicación hablándoles desde el otro lado de la puerta:
- Ya a ver chicos, da lo mismo, dejemos
de lado lo de la radio. Lo que quiero sobre todo es que podamos comunicarnos
bien. Me da la impresión de que no nos estamos coordinando mucho. Necesito que
me digan cualquier cosa que se les ocurra y yo les respondo si lo escuché tal
cual o no. Cualquier cosa que se les ocurra.
- Ok compañeros, están empezando
a negociar- Dijo Sergio- Qué pedimos-
- ¡Un helicóptero fuera de Chile!
¡Justo aquí en la entrada!- Señaló Paula con firmeza. Sergio se pegó a la
puerta
- ¡Ok paco! ¡Queremos un helicóptero
pa’ irnos fuera de Chile! ¡Justo en la puerta cuando hayamos salido!
- ¡Helicóptero pa irse a fuera de
Chile! Se escucho perfectamente. Bien chiquillos. Digan otra cosa, da lo mismo
que sea incoherente, lo importante es que vayamos probando el retorno del
sonido.
- Aprobaron nuestra primera
demanda compañeros.- Señaló Sergio. Hubo gritos de euforia y alegría.
- Qué bueno, están más tranquilos
ahora que nos estamos escuchando- Dijo Don Elmer aliviado. - ¡Ok chiquillos,
digan otra cosa!
- ¡Otra cosa compañeros!-
Preguntó Sergio.
- ¡La liberación de todos los
presos políticos privados de libertad en este gobierno! Señaló Héctor.
- Sí, es lo que Víctor hubiera
querido- Asintió Gonzalo.
- ¡La liberación de los presos
políticos…paco conchetumadre! - Gritó Sergio hacia afuera.
- Liberación de presos
políticos…paco conchet…jaja…esta bien…un poco de humor pa relajar la tensión…está
bien chiquillos. Se escuchó bien eso- Sonrió Don Elmer.
Once con veinte. Don Elmer vio a
un joven delgado bajando por la escalera hacia la bodega.
- ¿Usted es Don Elmer? Soy
Esteban el sobrino de la Vinka. Me mandó con unas llaves que le tenía que
pasar.
- Ah…no nos dijo la Vinka que
había mandado a alguien, pero menos mal que llegó. A ver, páseme esas llaves.-
Don Elmer se volvió a la puerta.
- ¡Chicos, llegaron las llaves!
¡Vamos a abrir!-
- ¡Nos van a liberar compañeros!-
Gritos de alegría. Héctor los
interrumpió al instante:
- ¡Compañeros, salimos con el
rostro cubierto! ¡Metan la cabeza debajo de sus poleras! ¡Esto hay que hacerlo
bien! ¡No podemos ser identificados por los de inteligencia! ¡Abren y corremos
directo al helicóptero! ¿Entendieron? ¡Con la cara cubierta directo al
helicóptero!
Todos asintieron con obediencia
bajando el clima de euforia.
Don Elmer abrió la puerta y al
instante, los seis jóvenes salieron rápidamente
de uno en uno con las cabezas debajo de sus poleras, corriendo a tropezones por
la escalera rumbo al helicóptero que los esperaba. Pasaban por la entrada entre
medio de Don Elmer y Esteban que los miraban extrañadísimos:
- ¿Oiga qué pasó? ¿Hay una fuga
de gas adentro que salen así?- Preguntó Esteban.
Don Elmer se encogió de hombros
sin borrar su cara de asombro. Después de que salieron todos, ambos hombres
ingresaron a la bodega a ver si acaso había algo en el interior que respondiera
a los supuestos síntomas de asfixia de los jóvenes.
- No sé, no se ve nada- Dijo don
Elmer después de inspeccionar el lugar con la mirada.
- Yo creo que querían ir al baño,
deben haber estado tomando aquí adentro,y fumando a lo mejor…
- Claro, y saben que eso les
puede traer problemas con la universidad, por eso salieron así, porque no
querían que los identificáramos.- Afirmó Don Elmer. – Pobres cabros, anda bien
perdida esta juventud, ojalá se vayan derechito a sus casas para que no
preocupen más a sus familias.
Once con treinta y siete. Los
chicos siguieron corriendo por el patio a rostro cubierto sin ver nada hasta
que se toparon con una aspiradora de aseo industrial que
a esa hora se pasaba por el patio central. Se guiaron por el sonido del aparato
ya que era lo más cercano que oían al ruido de una máquina aérea. La mayoría se
tropezó con la aspiradora cuando trataban de ingresar al helicóptero.
Dos auxiliares de servicio que
quedaban arriba haciendo aseo los miraron algo extrañados.
-¿Y a esos qué le pasa, los estaban mechoneando?
- No creo, si el mechoneo ya fue ya.
-Deben andar curaos.
-¿Y a esos qué le pasa, los estaban mechoneando?
- No creo, si el mechoneo ya fue ya.
-Deben andar curaos.
Ambos se encogieron de hombros y
continuaron con su trabajo.
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