Llegaron desde la antigua iglesia
en el Centro al gran salón de eventos ubicado en la zona nororiente de
Santiago. El tráfico fue fluido y además los automovilistas se volvían más
amables cuando veían pasar un auto de novios con sus adornos, cintitas blancas
y demases.
Se bajaron en la entrada de la
puerta principal. Diciembre con sus aires estivales de atardecer veraniego y
el lugar semi iluminado a esa hora con vista al ocaso del valle Santiaguino,
daban un precioso ambiente que hacía presagiar una maravillosa noche. Verónica
con su gran vestido blanco se demoró un poco más en salir del vehículo. Raimundo
su marido salió antes y la ayudó con la larga cola. La wedding planner
encargada del evento los abordó en seguida para indicarles que debían dirigirse
al salón A2. El lugar era inmenso y para esa noche estaba programado otro matrimonio,
una fiesta de quince y dos comidas empresariales de final de año en los demás
salones de las dependencias. En el apuro por llegar a tiempo desde la iglesia,
no repararon en que según lo acordado, el vehículo debía ingresar por otra de
las entradas del lugar donde los recibiría la wedding planner de su fiesta, la
cual tendría lugar en el salón A1.
Ingresaron al salón A2 y ya
notaron algo extraño cuando la canción con la que fueron recibidos en su
entrada triunfal no fue Amazing de Aerosmith como lo habían solicitado sino
que November Rain de Guns. No les molestaba la canción y de hecho había estado
curiosamente entre sus opciones. Sin embargo, había algo que no cuadraba.
Tampoco se trataba de los arreglos de ambientación pues salvo quizás algunos
detalles, eran justo los que habían acordado. Pero las caras de los invitados
no les eran conocidas. Y no era cosa tan fácil darse cuenta de aquello entre
los osados bronceados de comienzo de verano, vestidos de tantos colores,
rostros maquillados, ternos muy parecidos y personas todas tan bellas como las
que Verónica y Raimundo acostumbraban. Era esperable además que los novios no
conocieran a las parejas de muchos de sus familiares o amigos invitados. En no
pocas fiestas de bodas casi la mitad de los comensales les eran completamente
desconocidos a la pareja anfitriona. En realidad, lo que los hacía percatarse de la extraña situación era
que podían notar cómo el rostro de extrañeza de ambos era el mismo que se
reflejaba en las cuatrocientas personas que los vieron entrar al salón.
Mientras caminaban lentamente por
la entrada del salón hacia la tarima que se había levantado para que saludaran
y dijeran unas palabras, Raimundo le hizo notar la situación a su esposa
susurrándole al oído:
-Negra parece que nos mandaron a la otra fiesta
de matrimonio que había aquí hoy día.
-Sí, si me dí cuenta- le dijo ella en voz baja sin
sacar de su cara la sonrisa ni dejar de mirar a la gente.
-¿Bueno y entonces?-
-¿Y entonces qué Raimundo?- Susurrándole de
vuelta
-¡Vámonos a nuestra fiesta ¿no?! Pedimos
disculpas y nos vamos!.- Le volvió a susurrar él a pocos metros de llegar al
escenario.
-Pedemes
desquelpes y nes vemes…Pedemes desquelpes y nes vemes…Helee ehh desqueelpe per
ester es que…nes equevequemes- le susurró ella en tono irónico sin nunca dejar
de sonreir -¡Crees que voy a hacer ese ridículo guevón! ¡La noche de mi
matrimonio!…llevamos un año preparando esto y no lo voy a echar a perder con
una ordinariez así…¡Y tu tampoco Rai! ¡No vayas a decir ninguna estupidez! ¿Me
entendiste?
Raimundo suspiró resignado. La
situación le complicaba pero veía a su mujer tan radiante, tan contenta, que
no le arruinaría su momento de gloria. Cuántas veces le había dicho que desde
que era una adolescente se había imaginado su fiesta de matrimonio, cómo sería,
donde, el vestido que llevaría puesto. No, no tenía ningún derecho a estropear
ese sueño.
Entre tanto algunas parejas de
amigos también comentaban acerca de la situación:
-Oye Marce pero esa no es la Coni, ni él es
Alfonso..¿Qué onda?
-¿Qué onda qué guatón? Osea…¿Te vay a poner a
gritar “oigan ustedes no son los novios”?…obvio que no po guatón…que onda la
plancha…como que filo en verdad…además ella igual está regia…¡me encanta su
vestido! ¡Me quiero casar con un vestido igual guatón!
Verónica y Raimundo subieron a la
tarima y alguien del equipo encargado del evento le pasó a él un micrófono. Se
produjo en el salón un tenso silencio. Raimundo miró a la multitud con la misma
cara de desconcierto que ésta le devolvía. Después miró a Verónica que le hizo
un ademán para que comenzara a hablarles de una buena vez:
-Ehh…bueno, nosé qué decir…no tenía mucho
preparado. Primero que todo, gracias a todos por estar aquí…a los amigos del
colegio…de la universidad…a la gente de la pega…a los familiares…es maravilloso
estar aquí con la Ve..con la negra compartiendo con todos ustedes en una noche
tan importante para nosotros. Gracias a nuestros padres que se partieron el
lomo con la organización de todo esto y gracias a mi mujer por todo, que además
esta noche se ve preciosa- . La última frase le resultó tierna a muchas de las
presentes. Le pasó rápidamente el micrófono a Verónica:
-Si..ehh…jaja…estoy súper nerviosa- Dijo
sonriendo- Nada, sumarme a las palabras de mi marido, él está regio también…gracias
a todos por haber venido y…¡A disfrutar de esta tremenda fiesta!
Algunos ya alcoholizados con el cóctel comenzaron a gritar desde al fondo ¡que vivan los novios! y a aplaudir
animosamente. El resto de la gente se contagió de ese entusiasmo y comenzó
también a aplaudir distendiendo el ambiente. Empezó a sonar un jazz suave y
todos pasaron a sus mesas para la cena. Verónica y Raimundo se dirigieron a la
mesa de los novios y sus familias. Sentarse a esa mesa fue extraño para
todos, pero ni los novios querían arruinar su matrimonio, ni sus familias
pretendían echar a perder con aprensiones un día tan importante y que tanto
trabajo había costado organizar. Uno se casaba una sola vez en la vida para
estropearlo así sin más.
La comida estuvo sumamente grata
y sin contratiempos. Todo se dio
perfectamente. Hablaron de lo bonita de la misa, de lo difícil que fue la
repartición de las invitaciones, de lo complicado que fue armar las mesas, de
lo bello del arreglo floral, de lo talentosa de la maquilladora, de la profunda
crisis de la iglesia, de lo mal que está el fútbol chileno, que Trump no ha
sido tan terrible, que Venezuela no tiene para cuando. La hermana menor de
Verónica comentó que le había encantado la última editorial de Mónica Rincón y
Daniel Matemala en CNN, la Madre de Verónica señaló que no le gustó demasiado
la editorial y el padre de Raimundo dio a entender no le gustaba mucho la dupla
de periodistas. La segunda hermana de Raimundo estaba facinada con la última serie
de Netflix, el hermano mayor de Verónica la había visto también, al hermano
menor de Raimundo la serie lo había decepcionado un poco, la abuela de Verónica
preguntaba qué era Netflix. Los hermanos menores de Raimundo y Verónica estaban
a favor de la legalización de la marihuana, ambos padres no lo estaban. La
hermana menor de Verónica defendía el matrimonio homosexual y ostentaba la
colección de amigos gay que tenía. La abuela de Raimundo prefirió ni siquiera
opinar de ese tema. El hermano mayor de Verónica miraba con escepticismo la ola
feminista, la mitad de la mesa apoyaba la igualdad de derechos. Todos estaban a
favor de la vida.
Llegado el postre, los novios
vieron que se les acercó el fotógrafo y comprendieron que era momento de las
fotos en las mesas con los invitados. Sería una labor extenuante recorrer cada
una de las mesas por lo que seguirían al pie de la letra los enfáticos concejos
que la wedding planner les había dado previamente con motivo de esta parte de
la celebración; saludo buena onda, animar a los de la mesa que se pusieran
ágilmente de pie, foto y pasar a la mesa siguiente. Si alguien les daba la lata
y los hacía quedarse pegados, la estrategia era darle un fuerte abrazo por
parte del Novio si se trataba de un hombre, y un abrazo tierno por parte de la
novia si se trataba de una mujer. Como último recurso si eso no daba resultado,
sacarse una foto ambos con la persona latera y al sonido del flash pasar
rápidamente a la mesa siguiente antes de que el sujeto latoso alcanzara a dejar
la pose fotográfica.
Lo hicieron así tal cual: Cómo está la mesa más
entretenida de todas, nos venimos a sacar la foto con los más guapos, a ver
arriba la mejor mesa del matri pa sacarnos la foto, nos venimos a sacar la foto
con la mesa más top del matrimonio, perro, no digas más, dame un abrazo fuerte,
amiga yo también te quiero, ven que te doy un abrazo linda, obvio que va a
superar su cáncer tía y de todas maneras va a alcanzar a conocer a nuestros
hijos, ¡Negra, saquémonos una foto aquí los dos con la tía!. Se demoraron el
óptimo tiempo de cuarenta y dos minutos en recorrer las cincuenta y tres mesas
del matrimonio.
No alcanzaron ni a respirar
después de terminar la sesión fotográfica y al instante se sintió fuerte la
música de Strauss y la aglomeración alrededor de la pista que invitaba a los
novios a bailar el vals. Los dos habían tomado clases para eso, los padres también.
Primero Verónica y Raimundo bailando solos, después los progenitores del sexo
opuesto bailando con los novios. Al comenzar a bailar con su padre, Verónica
sintió algunos extraños deseos por el hombre que estaba bien guapo esa noche y
se veía bastante joven para su edad. Dejo de lado en seguida esos oscuros
pensamientos. Después entraron a la pista los hermanos, los abuelos, y se
produjo el múltiple intercambio de parejas entre familias. Al finalizar, el
aplauso de la multitud y el sonido de Juan Luis Guerra que invitaba al comienzo
de la fiesta.
Durante el baile pachanguero todo
fluía maravillosamente. Los novios entre el vino de la cena y la piscola
posterior al vals estaban bastante animados. Comenzaron a bailar y alrededor de
ellos, las amigas de Verónica hacían una ronda. Los amigos de Raimundo en
camisa, con la corbata desamarrada y el rostro transpirado y semicolorado le
hacían movimientos eróticos a la novia al compás del reggetón y algunos
movimientos homosexuales a Raimundo. Verónica y Raimundo bailaban entre ellos,
se escapaban un rato para bailar con el resto y se volvían a encontrar. De
cuando en cuando, paraban para despedirse de algún viejito exhausto que se les
acercaba a anunciarles que se iba su casa para dejar “divertiéndose a la
juventud”. Lo abrazaban, le agradecían haber venido, le contaban donde se irían
de luna de miel, y le agradecían el regalo de matrimonio que era justo lo que
les estaba faltando. A eso de las doce comenzaron a llegar los primos
universitarios y escolares que se acercaban rápidamente a saludarlos para ir a
clavarse al bar abierto en cosa de segundos.
Entre medio de la algarabía, a
eso de la una de la mañana, Raimundo se fue a la barra a pedir una roncola para
apagar un poco la sed después de tanto baile y llevarle a Verónica un Aperol
que su esposa le había pedido aprovechando el viaje. Mientras le preparaban los
tragos, se puso a mirar a una de las auxiliares de aseo que entraba al baño de
mujeres. De repente recordó a Doña Inés, su nana de toda la vida a la cual
había invitado al matrimonio. Le extrañó no haberla visto en toda la noche y
supuso que algo andaba mal. No tuvo demasiado tiempo de reflexionar en aquello
pues en seguida lo fueron a buscar cinco amigos, dos de la universidad y tres
de colegio, lo cargaron y lo llevaron al medio de la pista de baile, mientras
otros cinco hacían lo propio con Verónica. Los pusieron a ambos a bailar entre
ellos en altura desde los brazos de los cargueros, mientras otro le daba a
beber pisco a Raimundo directamente de una botella que lo hizo mojarse completo.
La euforia estaba en su punto culmine y aumento aún más cuando llegaron los
cotillones. Entre máscaras, pelucas y sombreros multicolores, estaban todos
prendidos a máximo nivel. Raimundo con el alcohol acumulado desde la cena hasta
la intensa ingesta de pisco de hacía un rato estaba bastante ebrio:
-¡Y ustedes….quien carajo son
ustedes!- Dijo y al instante casi se cae al suelo. Estallaron en risas todos
los irreconocibles cotillonizados y la juerga siguió.
Llegó el momento del lanzamiento ramo.
Verónica se paró en la tarima de espalda con las flores. Abajo un grupo de
mujeres, algunas veinteañeras y sobre todo treinteañeras reían del jocoso
ritual pero esperaban atentas y marcaban sutilmente a codazos su territorio de
desplazamiento como jugadores de fútbol esperando un lanzamiento de esquina. La
novia lanzó el ramillete que llegó a las manos de una prima suya con un
escotado y corto vestido amarillo. Las demás aplaudieron sonrientes y
felicitaron a la ganadora comentando al alejarse acerca lo poco que le costaría
a la chusca amarilla encontrar novio vestida así.
Inmediatamente después fue el
momento del lanzamiento de la liga en la misma tarima. Antes de ello, Raimundo
siguiendo la tradición tuvo que sacar con los dientes la prenda desde la
pierna de Verónica. Gritos de euforia de amigos enrojecidos a más no poder.
Entre medio uno de ellos que grita “No seai tímido po gueón, hazlo como cuando
estuvimos en la despedida de soltero” lo que sólo provocó algunas risotadas
nerviosas. Debido a ese tipo de comentarios, bastante reiterados de dicho joven
cuando bebía, no lo habían invitado a la despedida de solteros ni de hecho
había asistido nunca a ninguna. De cualquier forma, el comentario molestó un
poco a Verónica que al escucharlo miró a Raimundo con algo de desconfianza. El
novio lanzó la prenda hacia la horda de ebrios que se tiraron a recogerla. Ninguno
estuvo en estado de tomarla en el aire y pasaron un buen rato buscándola en el
suelo como niños recogiendo dulces de una piñata. Al final el desubicado del
comentario encontró la liga y la ostentó como su máximo logro de la noche, y en
su fuero interno, del transcurso de su vida.
La fiesta siguió su curso y a eso
de las cuatro y cuarto de la mañana, los novios decidieron que era hora de
abandonar. Abrazos con los de tiro largo que aún quedaban que les desearon a la
pareja lo mejor y que lo pasaran increíble en su luna de miel. Salieron entre
medio del aroma a lomitos y café que se estaba repartiendo para el bajón. Camino
hacia el vehículo, pasaron por fuera del salón A1 y vieron salir de ahí muy
animados y contentos a Alfonso y Constanza, los novios de la otra fiesta de
matrimonio que se celebraba esa noche en el centro de eventos. Las parejas se
saludaron de lejos y Raimundo y Verónica se dirigieron al auto que los
esperaba. En el camino hacia afuera, Verónica sacó su celular y subió a su
instagram algunas fotos que había alcanzado a sacar con su cámara telefónica.
En seguida y a pesar de la hora, muchísimos comentarios agradeciendo el evento,
así como muchos Whatsapp que no había leído de amigas señalándole que la
fiesta había estado espléndida y de lo preciosa que se veía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario